Elegir es más que elegir – Osmany Cruz Ferrer

ELEGIR ES MÁS QUE ELEGIR

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No te apresures en tu espíritu”

(Eclesiastés 7:9a).

En casa suelo jugar con mis hijas el juego de encontrar el objeto. Tomo algo pequeño, un dado, una canica, u otra cosa que quepa fácilmente dentro de una mano, sin que sea notorio que está allí. Cruzo detrás de mi espalda las manos y paso el objeto de una mano a la otra, o finjo que lo hago. Luego, imitando a un prestidigitador experto, extiendo hacia adelante ambas manos cerradas, con los nudillos hacia arriba. Mis hijas tienen que elegir en qué mano está el objeto. Si aciertan ganan, si equivocan la mano, pierden. Tienen un cincuenta por ciento de fracasar y otro tanto de alcanzar el objetivo. Aunque es un juego divertido e inofensivo a veces el aire se puede cortar del nerviosismo. Las reacciones en el proceso de elegir suelen ser diversas, desde la euforia hasta la interminable vacilación para decidir. Elegir puede ser muy duro, aún en un juego de familia.

Pienso en estos episodios de ocio familiar que tenemos con frecuencia en casa y percibo en ellos una metáfora de la cotidianidad, solo que con menos risas y más frustración. Es cierto que el día  a día no es tan fortuito como el juego de encontrar el objeto. En la mayoría de los casos tengo más pistas para elegir. No obstante, me preocupa no acertar, me obsesiona no estar a la altura. Enfrento un  problema mayor que la mera elección y es la actitud ante esa elección.  El miedo te puede paralizar para elegir, la ansiedad te puede precipitar a elegir, la incredulidad te puede limitar a elegir, la envidia te puede hacer elegir aquello que no necesitas y así cada actitud negativa me condiciona a una elección equivocada.

He dejado de preocuparme demasiado por el final y he empezado a enfocarme más en el proceso. Mis actitudes deben ser tratadas con antelación si deseo una elección apropiada. Esa llamada recibida en un horario que deseaba solo para mi ¿debo atenderla o no? Siempre será mi elección, pero debo elegir reaccionar bien sea que responda o que no.  Puedo no responder, pero a la vez quedarme enojado porque me han llamado del trabajo en mi día de descanso. Ejercí mi libre albedrío, pero el malestar se quedó allí, como huésped indeseable. Elegí y estoy satisfecho con mi elección, pero incómodo con mi actitud. No disfrutamos de nuestras decisiones porque la acompañamos de malas actitudes.

Mientras escribía este artículo mi esposa me llamó de la iglesia por una emergencia que a juzgar por su voz era de proporciones cósmicas. Algún tipo de meteorito debe haber caído en nuestro templo, me dije. Me comentó que mientras dos hermanas y ella movían una estantería de la iglesia para limpiarla, un concertado ejército de cucarachas amenazó sus vidas al punto de necesitar ayuda extra, así que creyó que yo era el más indicado para ayudarlas ya que nuestra casa está a una calle de la iglesia. Quisiera decirles que elegí ir hasta nuestro edificio con una sonrisa de anuncio de pasta dental. Quisiera contarles que por un momento pensé en el favor que le hacía a la humanidad eliminando aquella plaga temeraria, pero he de ser honesto con ustedes. Decidí ir de mala gana, me molestó dejar este artículo a medias por unas cucarachas indeseables y perdí de vista una vez más la importancia de mis actitudes. Mientras avanzaba por la calle hacia la puerta del templo me di cuenta de cuan torpe era, enmendé mi actitud y cambié mi semblante. Lo demás es historia. Maté cuatro cucarachas con el heroísmo de un súper héroe (confieso que tuve la ayuda de un buen amigo que llegó en medio de la lucha y pudo matar a una). Recibimos vítores y elogios, el mundo estaba a salvo una vez más y yo aprendí la lección.

Puedo elegir, pero mi elección puede ser equivocada si le precede una actitud desproporcionadamente negativa. Puedo elegir, tengo esa libertad, por ello no debo hacerme esclavo de mis emociones. Debo elegir con paz, con certeza, con gozo, con actitudes que glorifiquen a Dios. La vida es una continua toma de decisiones, desde el inocente juego de acertar dónde está el objeto, hasta decidir las últimas palabras antes de partir de este mundo. Debo elegir mis actitudes antes de hacer mis decisiones. Ese es el orden para que el proceso sea tan acertado como el resultado. Elegir es más que elegir, es un todo, un proceso que comienza en mí y termina en mí y donde debemos asegurarnos la aprobación de Dios para mayor ganancia.

Autor: Osmany Cruz Ferrer.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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