Yo estoy contigo, La Gran Promesa de Dios – Osmany Cruz Ferrer

Yo estoy contigo, La Gran Promesa de Dios

Si se quitara la frase “yo estoy contigo” de la Biblia, no tendríamos ni la mitad de las grandes proezas de los hombres de Dios que allí se narran. Fijémonos detenidamente en los relatos donde Dios comisiona a los suyos para cierta tarea, nos daremos cuenta, que el Señor no suele dar muchos detalles de las nuevas misiones que él asigna. No explicaba lo que ocurriría paso a paso, ni cómo actuar cada vez. Él esperaba simplemente que aquellos que trabajaban en sus asuntos confiaran en Su divina sabiduría y propósito. Esa es la manera de Dios para que sea por fe y no por vista. Es cierto que no les decía mucho, pero tampoco les decía poco. Les decía lo suficiente, lo que necesitaban con exactitud. Sobre todo, les aseguraba que él estaría en cada tramo del camino. Esto era lo que realmente necesitaban oír para llegar a hacer lo que hicieron.

“Yo estoy contigo” fue la frase que convenció a Isaac de quedarse en Gerar y no bajar a Egipto, aún cuando el hambre azotaba la tierra (Gé. 26:3,24). Fue esta gran promesa la que le dio confianza a Jacob para no temer por su futuro y creer en que Dios haría todo cuanto le había dicho a sus antepasados (Gé. 28:15). En momentos de gran inseguridad nacional, Israel recibió de Dios esta sublime declaración como prueba suficiente de que todo iría según la agenda del cielo (Is. 41:10; 43:5). Jeremías fue confortado una y otra vez mediante la promesa de la compañía segura de Dios en momentos de gran inestabilidad y peligro (Jr. 1:19; 15:20). La reconstrucción del templo de Salomón parecía un ideal inalcanzable para una nación empobrecida por el cautiverio, hasta que Hageo se levantó con voz profética, para declarar de qué lado estaba Dios (Hag. 1:13). Jesús le prometió a sus seguidores que estaría con ellos hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).  “Yo estoy contigo” ha sido, sin dudas, la fuerza centrífuga que ha hecho que a lo largo de la historia tantas batallas se ganen y que el evangelio llegue a todas las regiones del Orbe.

“Yo estoy contigo” ha sido el baluarte al que se han agarrado los creyentes perseguidos del mundo entero. Mediante la fe en esta declaración han sido sostenidos para permanecer en pie cuando todo alrededor ha temblado. Cómo explicar si no que la iglesia haya podido continuar adelante a pesar de la segregación, la intolerancia y los intentos de exterminación. La convicción  en que Dios no deja caer al suelo ninguna de sus promesas les ha dado fortaleza y consuelo. La cálida presencia de Dios ha sido el aliciente permanente del que han disfrutado en los momentos más aciagos que les ha tocado vivir. Naciones como Arabia Saudita, Sudán, Somalia, Yemen, Corea del Norte, Laos, Vietnam, China, Irán, Marruecos, Libia, Egipto y Argelia persiguen a los cristianos por su fe y cada año mueren por causa del evangelios más de 160,000 creyentes. Lo único que revitaliza a la iglesia en estos sitios, es la promesa inquebrantable de Dios, de su presencia y gracia.

“Yo estoy contigo” fue la promesa que le bastó a Pedro Cameron Scott para fundar la misión al interior del África. A Hudson Taylor, para llevar la obra misionera a las treinta provincias de China en una de las proezas evangelísticas más grandes de la historia. A Christian David para llevar la Palabra a Groenlandia. A María Slessor para hacer obra pionera en Calabar, África Occidental. A Adoniran Judson para llevar las buenas nuevas a Birmania. A David Brainerd para invertir toda su pasión entre los indígenas de Norteamérica. A Juan Eliot para ser misionero a los nativos algonquinos. La lista sería interminable, pero ha de mencionarse aún a William Carey, evangelista a la India; Héctor McMillan, misionero y mártir en el Congo por los rebeldes Simbas; Carlos Becker, misionero a Zaire; C. T.  Studd, evangelizador para China, India y África; Elena Roseveare, misionera al Congo; Juana Veenstra, misionera al África; Florencia Young, misionera a Australia y a la China; Juan G Patón, misionero en Las Nuevas Hébridas; Alejandro Duff, misionero en la India y otros muchos que por la fe hicieron hazañas de renombre para la gloria de Dios.

Oigo a menudo que se necesita de esto y aquello para lograr cierto desafío espiritual y no dudo que así sea. Pero no posterguemos una conquista por la ausencia de condiciones, o la falta de recursos. Si Dios ha dicho que estará a nuestro lado comencemos la tarea sin saber cómo serán suplidos los detalles, pero confiados del control de Dios. Si la gran promesa de Dios les sirvió a nuestros consiervos del pasado, nos servirá a nosotros en el presente y en el futuro. No queramos tener todas las partes del mapa del propósito del Señor, tan solo dejémonos guiar por su autor. Un “estoy contigo” de Dios vale más que las oportunidades, los recursos, el talento y el empeño en hacer algo.

Él, tal vez, no nos diga todo lo que queremos saber, porque la curiosidad es insaciable, avara de conocimiento. Sin embargo, nos ha dicho lo que no puede faltar, la información que necesitamos oír por encima de todas: que él estará con nosotros, todos los días de nuestra vida. Si verdaderamente lo conocemos, esta promesa bastará para aquietarnos, pues todas las otras provienen de esta fuente de seguridad eterna. No sabemos lo que nos deparará el mañana, lo que el futuro titilante nos reserve, pero una cosa está clara, Dios estará allí, y con eso basta.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito originalmente para www.devocionaldiario.com

 

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