¡Te exaltaré, mi Dios y Rey! – Marisela Ocampo O.

¡Te exaltaré, mi Dios y Rey!

Te exaltare mi Dios mi rey

No hay dicha más grande que experimentar la gracia y la misericordia de Dios por medio de su precioso Hijo Jesucristo. Cuán hermoso es el amor del Señor por todos sus hijos.

Qué felicidad tan inmensa la que se siente cuando confirmamos la existencia de un Dios tan bueno como el nuestro, el único Rey de toda la creación, Amo y Señor absoluto de todo lo que hay a nuestro alrededor, Jehová, Señor nuestro.

¡Cuán incomparable es tu amor Señor, cuánta delicia encuentro en tu presencia, cuán hermosa es la manifestación de tu gloria, cuánta belleza!

¡Cómo no amarte Dios, cómo no alabarte, cómo no contar tus maravillas!

He ido a la batalla, me he esforzado por obedecer tus órdenes y en medio de mi debilidad me has fortalecido con tu Espíritu. Me has dado la victoria en medio de mi injusticia, has borrado mis transgresiones y me has coronado con tu favor. No me dejaste en vergüenza delante de mis enemigos, los has ridiculizado y les has hecho saber que tú eres Dios.

¡Cómo olvidar tus beneficios, cómo ignorar tu misericordia, aunque he sido pecadora tu justicia me levantó! Nunca podría declararme inocente delante de ti, no podría negar la bondad que me has regalado en Cristo Jesús, no podría dejar de reconocer que he sido justificada por Él delante de tu presencia y que su amor inagotable me ha concedido la dicha de contar con tu respaldo y tu protección.

¡Gracias Señor, eres glorioso bendito Salvador!

Mi corazón se desborda de amor por ti, no quiero alejarme de tu presencia; quiero permanecer aferrada a ti, quiero que me sigas instruyendo con tus preciosas enseñanzas, deseo seguir viendo tu obrar perfecto en mí y a través de mí. Que tu voluntad siempre sea mi prioridad, que tu voz siga dirigiendo mis pasos y que tu justicia sea mi motivo para vivir adorándote.

¡Te amo Señor y te necesito!

“Te exaltaré, mi Dios y Rey, y alabaré tu nombre por siempre y para siempre. Te alabaré todos los días; sí, te alabaré por siempre.
¡Grande es el Señor, el más digno de alabanza! Nadie puede medir su grandeza. Que cada generación cuente a sus hijos de tus poderosos actos y que proclame tu poder. Meditaré en la gloria y la majestad de tu esplendor, y en tus maravillosos milagros. Tus obras imponentes estarán en boca de todos; proclamaré tu grandeza. Todos contarán la historia de tu maravillosa bondad; cantarán de alegría acerca de tu justicia. El Señor es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable. El Señor es bueno con todos; desborda compasión sobre toda su creación. Todas tus obras te agradecerán, Señor, y tus fieles seguidores te darán alabanza. Hablarán de la gloria de tu reino; darán ejemplos de tu poder. Contarán de tus obras poderosas y de la majestad y la gloria de tu reinado. Pues tu reino es un reino eterno; gobiernas de generación en generación. El Señor siempre cumple sus promesas; es bondadoso en todo lo que hace. El Señor ayuda a los caídos y levanta a los que están agobiados por sus cargas. Los ojos de todos buscan en ti la esperanza; les das su alimento según la necesidad. Cuando abres tu mano, sacias el hambre y la sed de todo ser viviente. El Señor es justo en todo lo que hace; está lleno de bondad. El Señor está cerca de todos los que lo invocan, sí, de todos los que lo invocan de verdad. Él concede los deseos de los que le temen; oye sus gritos de auxilio y los rescata. El Señor protege a todos los que lo aman, pero destruye a los perversos. Alabaré al Señor, y que todo el mundo bendiga su santo nombre por siempre y para siempre”. Salmo 145 (Nueva Traducción Viviente).

¡Bendito el nombre que es sobre todo nombre, el nombre de Jesucristo, Dios, Señor y Salvador nuestro!

Por Marisela Ocampo O.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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