Vivir para servir, servir para vivir

Vivir para servir, servir para vivir

Alguien dijo: “el río no bebe de su propia agua, la fragancia de las flores no es para sí mismas, el árbol no come de sus propios frutos…” SERVICIO, es la palabra subyacente que encuentro como común denominador de estas expresiones. Se secaría el río si fuese capaz de beberse su propia agua, se marchitarían las flores si su fragancia fuese consumida por ellas mismas, moriría el árbol si se comiese sus propios frutos.

“¿Separarás tus propios intereses de los de tu pueblo y tu Dios? ¿Te atreverás a decir: yo tengo que mirar por mi propia salvación, pero no ha de pedírseme que trate de salvar a los demás? Si tienes tal espíritu no digo que serás perdido, sino que estás ya perdido” (Charles Spurgeon).

Muere el creyente que no sirve. Se seca el manantial de vida que mana del que se bebe su propia agua.

La pequeña llamita de una vela alumbra a los que están a su alrededor; y es fuego, como también es fuego una gran hoguera. No importa su intensidad, no importa sus dimensiones. Cumple con su propósito: SER FUEGO Y ALUMBRAR. Una vez más, encuentro en este concepto el mismo término subyacente: SERVICIO. O lo que es más completo: VIVIR PARA SERVIR y SERVIR PARA VIVIR.

Somos la velita, la gran hoguera, el río, las flores y el árbol que da frutos. No importa el tamaño, la intensidad, la fuerza, la cantidad. Lo que importa es que cumplas con el propósito que la Soberana Voluntad del Señor te ha encomendado. Una candela no se enciende en un soleado patio. Se enciende en medio de la oscuridad para alumbrar, para dar luz a los que allí se encuentran. No estamos donde estamos porque sí. No nos ha puesto Dios donde nos encontramos porque sí. Si no porque en derredor nuestro hay vidas que alumbrar. Y esto último no sólo es válido para aquellos que no conocen a Jesús; también en las iglesias hay gente que vive en oscuridad, más cerca de la iglesia que del Cielo, más cerca de la casa que del corazón del Padre. Nosotros podemos ver lo que nos muestran, no así lo que nos esconden. Podemos escuchar lo que nos dicen, no lo que callan. Pero Dios, en cambio, ve lo que nosotros le mostramos, pero también ve lo que le escondemos. Dios escucha lo que nosotros le decimos, pero también lo que callamos. Dios ve los corazones de las personas.

A veces el desánimo hace estragos. Nuestro trabajo es mirado en poco o no le importa a nadie. A veces nos sentimos más “piedrita en el zapato” que mullida plantilla. NO IMPORTA. Dios sabe exactamente lo que hace. ¿Te sientes, o alguien te hace sentir un “cero”? Te tengo noticias: ¡En la aritmética de Dios un “cero” tiene valor! Él puede escribir un “uno” delante de tu cero y juntos ya son un “diez”. Con unos pocos “ceros” más como tú detrás de ese “uno” ya son un millón… SÓLO SIRVE. LO DEMÁS ES ASUNTO DE DIOS.

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

(Mateo 5:14-16 RV1960)

Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com

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