La puerta del dolor

La puerta de dolor

Todos hemos pasado por circunstancias que alguna vez nos provocaron dolor, temor, daños, sufrimiento. Las personas y los eventos han quedado lejos en el tiempo y tal vez hoy ya no son más que un mal recuerdo, pero que no hace daño. Hay, en cambio, otros recuerdos que ya se han olvidado conscientemente, pero que aún muerden desde algún oscuro rincón desde lo profundo del alma. Hay heridas sin sanar que sangran todavía. Esto se pone en evidencia en la forma en que reaccionamos ante determinadas situaciones:

Sofi venía con una taza de café recién hecho, entre sus manos. Carlos no la vio y se la llevó por delante derramando el café. Entonces, Sofi explotó en ira profiriendo toda clase de expresiones ofensivas contra Pablo.

¿Por qué se había derramado el café? ¿Porque el torpe de Pablo se lo llevó por delante?

No. El café se derramó, SENCILLAMENTE PORQUE EN LA TAZA HABÍA CAFÉ.

Hoy que estamos todos obligados a permanecer en casa y en cuarentena sin poder salir a ninguna parte: ¿No se parece esta situación a alguna ocurrida en tu propio hogar…? Tal vez entre tú y tu esposa, entre tú y alguno de los chicos, o tal vez entre ellos mismos. No importa si hubo una taza de café derramada en el medio, lo que sí fue derramada y en abundancia, fue mucha verborragia, un estallido emocional que no hizo más que revelar a las claras más de lo que hay dentro de cada uno…
Es que el dolor por la misma puerta que entró, es por donde tiene que salir.

Las heridas del alma, van creando incapacidad de tener relaciones sanas. Un alma herida crea más almas heridas. Un alma herida es como un perro rabioso. Muerde, aún a los que más ama.

Había tres erizos que una fría noche de invierno decidieron juntarse bien apretaditos uno con el otro para brindarse calor mutuamente. Pero las púas de unos lastimaban a los otros, por lo que pronto surgieron problemas entre ellos.

Hoy estamos la gran mayoría de la población mundial obligada a permanecer en casa en cuarentena. Hay personas que no están acostumbradas a permanecer largos días encerrados en casa. Por otro lado, tienen sus propias rispideces, sus propios dolores del alma con los que están habituados a lidiar cada día en silencio y en soledad. Hoy estamos obligados a permanecer todos bien juntitos como los ericitos y las rispideses no tardan en manifestarse. El dolor de uno muerde por dentro, pero también alcanza al otro y surgen los problemas dentro del seno del hogar. El lugar de refugio se transforma entonces, en una cárcel, en un sitio de detención donde las heridas del alma de cada uno se ponen de manifiesto.

El agua hirviendo es la misma que ablanda una zanahoria y endurece un huevo. No depende del agua, no son las circunstancias; es lo que hay en el interior lo que determina qué va a pasar, si la dura prueba te ablanda para la Gloria de Dios o no hace más que endurecer más y más tu corazón.

Las penosas circunstancias por las que pasas, no las elegiste tú.

LO QUE HAGAS CON ELLAS, SÍ ES TU ELECCIÓN.

¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos

Salmos 19:12 RVR1960

Por: Luis Caccia Guerra
Artículo original escrito para www.devocionaldiario.com

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