Estás conmigo

Estás conmigo

“Yo sé que mi Redentor vive”

(Job 19:25 RV60)

“En el norte de Escocia, las ovejas se descarrían hacia las rocas, hasta llegar a lugares de donde no pueden volver. La hierba de estos lugares es muy dulce y a las ovejas les gusta, de modo que saltan tres o cuatro metros, y cuando no pueden regresar, el pastor las escucha balando y en peligro. Pueden estar allí durante días, hasta que se comen toda la hierba. El pastor espera hasta que están tan débiles que no pueden permanecer de pie y entonces ata una soga alrededor de él y se lanza a rescatarlas de las garras de la muerte” (D.L.Moody).

Parece cruel de parte del pastor. ¿Por qué no baja a buscarlas tan pronto descubre que están atrapadas al borde de la muerte? Pero tiene su razón de ser. Si el pastor bajara inmediatamente a rescatarlas, las ovejas son tan tontas que al verlo llegar, tratarían de escaparse, caerían por el precipicio y se matarían. En cambio, cuando están tan débiles que ya no pueden moverse, no les queda más opción que entregarse a su pastor y permitir que sea él, quien las saque del valle de las sombras de la muerte.

A veces, cuando nos hallamos en situaciones límite, Dios parece tardarse siglos en intervenir. Pero lo cierto es que se trata nada más ni nada menos que de Dios, no de un súper-héroe de comics que aparece inmediatamente, volando con su capa ondeando al viento al rescate de alguien que se encuentra en situación de peligro. Mi héroe no vistió una capa, mi héroe cargó con una cruz.

Cuando los amigos se han ido y los que quedan hacen más daño que los que se fueron, como es el caso de los amigos de Job; cuando el frío de la soledad y el puñal de la indiferencia hacen estragos; cuando el callejón sin salida de una vida rota nos muestra con claridad que ya no hay más hacia dónde ir; cuando estamos tan débiles en nuestras propias fuerzas que ya no podemos seguir tratando de salvarnos a nosotros mismos, cuando el quebrantamiento es total; es cuando no queda otra opción que la rendición incondicional, la entrega sin más ni más, el manso abandono de los despojos de lo que una vez fue nuestra vida, en las dulces manos del Salvador, en las dulces y seguras manos de aquél que dijo: “yo soy el buen pastor, y el buen pastor su vida da por las ovejas…” (Juan 10:11).

Hoy entiendo que nada hice para que me amaras así y me buscaras. Hoy entiendo que nada puedo hacer para que me ames más de lo que ya me amas… Hoy entiendo que nada pude haber hecho por terrible que sea, para que me ames menos de lo que me amas.

No fue suerte, FUISTE TÚ. Siempre estuviste, siempre estarás.

ESTÁS CONMIGO.

…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

(Mateo 28:20 RV60)

Escrito por Luis Caccia Guerra
Para www.devocionaldiario.com

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