Con las manos sobre el sacrificio

Con las manos sobre el sacrificio

“¡Me da tanto miedo abrir mis puños apretados! ¿Quién seré cuando no me quede nada a lo que aferrarme? ¿Quién seré cuando me pare ante ti con las manos vacías? Por favor, ayúdame a abrir las manos en forma gradual y descubrir que no soy aquello que poseo, sino aquello que Tú quieres darme.” (Henri Nouwen)

Una tribu de la selva había hallado un ingenioso método para atrapar monos. Estos invadían su hábitat y les robaban la comida. En unas vasijas de boca angosta, colocaban semillas y frutos que a los monos les encantan. Por la estrecha abertura del cuenco sólo pueden entrar y salir sus manos abiertas. Pero los monos en su actitud angurrienta, toman del fondo del recipiente los frutos a manos llenas. Con el puño lleno ya no pueden volver a sacarlo. Pero como tampoco quieren soltar el botín, quedan atrapados a merced del cazador con la mano llena metida dentro del jarrón.

Así vivimos situaciones, períodos de nuestras vidas; no importa si días, meses o años; o tal vez toda una vida atrapados, encadenados a manos llenas a nuestros propios pecados sin querer soltar el “botín”. Es que muchas veces, es más fácil permanecer en la “zona de confort”, en Egipto, esclavos, pero con carne, pan, pescado, pepinos, puerros y cebollas en lugar del maná de Dios (Éxodo 16:3; Números 11:5 y 6); que emprender el difícil camino de salir de Egipto (Éxodo 14:15).

“luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación…” (Levítico 4:28-29 RV60)

El marco histórico de esta porción de las Escrituras, pertenece a antes de la venida del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, de una vez y para siempre (Juan 1:29; Hebreos 7:27). Implicaba la confesión de pecado, la aceptación de merecer el castigo por causa de él y la sustitución del condenado por la víctima del sacrificio. Pero las manos debían estar necesariamente vacías para imponerlas sobre la cabeza de la víctima.

No se pueden poner las manos sobre la ofrenda por el pecado si no están vacías. No se puede tomar y abrazar la cruz del perdón si no es con las manos vacías (Mateo 16:24). No se puede abrazar el sacrificio de aquel que sufrió la muerte en expiación por nuestros pecados (Hebreos 10:5-10) sin una actitud de renuncia a todo mérito de buenas obras y autosuficiencia que podamos tener.

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1 Timoteo 2:5-6 RV1960)

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

(Efesios 2:8-9 RV1960)

Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com

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