Reconocer es más que un Palíndromo[1] – Osmany Cruz Ferrer

Reconocer es más que un Palíndromo[1]

Provengo de un contexto evangélico donde elogiar a otros se evitaba al máximo. La razón para no hacerlo era profundamente altruista: “No queremos que el hermano se envanezca” —decían.  No importaba cuánto esfuerzo demostraras en tu trabajo, cuan fiel fueras a la causa del evangelio, o lo bien que hicieras algo, de una cosa podías estar seguro, no recibirías reconocimiento alguno de tus colegas o superiores. Sin embargo, para regañar no había regulaciones, o textos bíblicos que lo prohibieran, todo lo contrario. Podían llegar a ser crueles en la disciplina quitándote hasta el derecho de participar de la cena del Señor, o retirándote la posibilidad de realizar o continuar estudios bíblicos.

De estos primeros recuerdos han pasado un par de décadas, pero me temo que algunos no pudieron sobrevivir al legalismo espartano de aquellos días de ignorancia. Quedan aquí y allá despojos de los que un día fueron compañeros de milicia y que quedaron rezagados, en parte, porque les faltó una palabra de aprobación de sus guiadores espirituales. El mundo fue hostil con ellos, la carne no se doblegaba con facilidad ante la fe que ahora profesaban por Jesús. Satanás no menguó en sus maquinaciones, y para colmo, sus sobreveedores y consiervos no podían sino ver lo que les faltaba para ser mejores.

No hubo una palabra de felicitación, no hubo una sonrisa de orgullo sacro, ni una palmada franca sobre el hombro mullido por el servicio incólume. El tiempo desgastó sus armaduras y se cansaron por las muchas batallas. No pueden echarle la culpa a ningún hombre de su capitulación, desertaron porque perdieron de vista a Jesús, pero algunas de sus heridas fueron infligidas por sus propios camaradas. Esas son, posiblemente, las más dolorosas de todas.

Pero, ¿qué opina Jesús de elogiar a otros? ¿Cómo actuaría el Maestro si estuviera ministrando entre nosotros ahora mismo? ¿Qué dicen las Escrituras sobre reconocer la valía del hermano? Nos sorprenderíamos de verle actuar tan diferente a nosotros. Jesús elogió la fe de un centurión gentil cuando éste creyó que con una orden suya su criado sanaría(Lucas 7:9). Alabó al escéptico Natanael, a pesar de sus prejuicios e incredulidad (Juan 1:47). Le dio crédito a la resoluta confianza de la mujer del flujo de sangre cuando comprobó que poder sanador había salido de él por su causa (Marcos 5:34).

Este Jesús elogia la virtud cuando la ve, porque sabe que las palabras sanan más que los fármacos, y la gente está enferma de oír tanta condenación. No cae en lisonjas, ni deshonestidades, solo ve y reconoce lo obvio, lo que no se debe esconder. Su reconocimiento no envanece, es un acicate para continuar la senda tortuosa de la vida y el ministerio. Su noble ejemplo debe ser imitado. Si el Maestro celebró las buenas actitudes, y felicitó las buenas acciones, nosotros no debemos hacer menos que eso. Nos toca imitar su ejemplo, ese es nuestro más alto cometido.

No se trata de condenar a los que antaño hicieron mal. Ni de juzgar a los que todavía siguen repitiendo un error tan desafortunado. Este artículo es una exhortación a cambiar de actitud. Es un intento por persuadir a los cristianos ceñudos a liberarse de lo hosco, de lo adusto, y abrazar mejores actitudes. Es un recordatorio para que no olvidemos la regla de oro, y hagamos con los demás lo que nos gustaría que hicieran con nosotros.

No busques el reconocimiento de los demás, pero sé pronto en entregarlo cuando alguien en verdad lo merezca. Es una orden bíblica: “al que honra, honra” (Romanos 13:7). No te garantizo que aquellos que te rodean entenderán al fin esta verdad escritural, pero te aseguro que Jesucristo sigue practicando la misma actitud de antaño. Tanto es así, que incluso, la bienvenida a la patria celestial irá acompañada de una calurosa congratulación. Oh, ese será el más melodioso de todos los elogios y el más importante de los agasajos cuando el gran rey nos diga: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com


[1] Palíndromo: Palabra o frase que se lee igual hacia delante que hacia atrás.

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