No intente guiarla – Luis Caccia Guerra

NO INTENTE GUIARLA

por Luis Caccia Guerra

mulaHabía cierto pastor que ministraba en un pueblito situado entre la cordillera del norte argentino. Hacer visitas a los miembros de su pequeña congregación era con frecuencia cosa difícil, ya que el templo estaba edificado al otro lado de unos escarpados cerros. Siempre debía emprender el regreso antes de las seis de la tarde ya que al caer la noche, la velada oscuridad del sitio no debía sorprenderlo en la montaña.

En cierta oportunidad tuvo que ministrar a un matrimonio de ancianos que pasaban una dura prueba, por lo cual tuvo que quedarse con ellos hasta avanzada la noche. Terminado su servicio no tenía otra opción que la de volver al templo, ya que al día siguiente muy temprano en la mañana, tenía un importante compromiso que atender.

Tal travesía importaba una temeraria aventura en medio de la montaña y la densa oscuridad de una noche sin luna. Además de la amenaza de las alimañas, podría perderse o caer y perder la vida.

Estaba emprendiendo su camino, cuando un hermano lo vio.

-Pastor: ¿Qué hace por aquí a esta hora?
-Debo volver al templo, hermano. Mañana tengo que atender un importante asunto muy temprano.
-Llévese mi mula, pastor. Conoce muy bien un camino corto. En media hora estará en la iglesia. UNA COSA MUY IMPORTANTE: POR NADA DEL MUNDO INTENTE GUIARLA. SÓLO MÓNTESE Y DEJE QUE ELLA ENCUENTRE EL CAMINO.

Así aconteció. En medio de una cerrada oscuridad entre los cerros, el pastor emprendió la aventura del regreso hacia el templo montado en la mula. Cada tanto podía percibir que el animal se paraba, como tanteando el terreno. En otras oportunidades los bruscos pasos de la mula le hacían sentir lo escarpado del lugar. Se encomendaba al Señor en todo momento y las palabras del hermano resonaron en sus oídos una y otra vez durante todo el sinuoso trayecto: “¡NO INTENTE GUIARLA!”.

Poco después, y para alivio de su corazón, divisó las luces del templo. Tal lo anticipado por su hermano, en media hora estuvo de regreso.

Al día siguiente, el pastor picado por la curiosidad, quiso ver por dónde lo había traído la mula esa noche. Caminó hacia el lugar por donde recordaba, había visto asomar las luces del templo. Su corazón pareció dar un vuelco, como detenerse; al tiempo que un sudor helado recorrió su cuerpo cuando vio por dónde había venido. Entonces comprendió las palabras de su amado hermano: “NO TRATE DE GUIARLA” ¡y se alegró tanto de haberle obedecido!

Un estrecho y sinuoso camino de cornisa, rodeado de un profundo precipicio en medio de la montaña, se perdía a lo lejos serpenteando en dirección a las casas. Había transitado durante casi media hora por un camino tan angosto, que apenas cabía la mula. De un lado, la pared de la montaña; del otro, el precipicio. Un paso en falso en medio de la oscuridad significaba una muerte segura.

Entonces, y sólo entonces a pesar de haberlas leído y escuchado tantas veces, cobraron vida en su mente y en su corazón, las palabras del salmista:

Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;

(Salmos 23:4 RV60)

ENCOMIENDALE AHORA MISMO TU VIDA A JESUS Y YA NO INTENTES GUIAR TUS PASOS.

Deja que Él lo haga. Aunque transites a plena luz del día, la oscuridad espiritual que te rodea y el sinuoso camino de las tinieblas (Efesios 6:12) son tan reales como lo fue para el pastor de nuestro relato, el desfiladero rodeado de un precipicio en medio de la noche.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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