Amanecer Eterno – Luis Caccia Guerra

Amanecer Eterno

por Luis Caccia Guerra

Días atrás, recordé cuando mi hija era una pequeña niñita de cinco años. El viaje al Jardín de Infantes fue considerablemente largo por algún tiempo, hasta que conseguimos el pase a una nueva escuela más cerca de casa. Pero el cansancio del viaje era sólo para su papá o su mamá, dependiendo de quien le tocara llevarla ese día, porque ella a pesar de su corta edad definitivamente no lo notaba. ¡Estaba tan feliz, que desde que subía al transporte público hasta que se bajaba, durante casi 40 minutos de viaje, iba cantando a viva voz sin importarle ¡nada de nada!. Mucha gente, inclusive el chofer del transporte, sonreía. Estoy seguro que en más de una oportunidad, sin proponérselo y sin saberlo, su alegría contagiosa fue capaz de cambiarle el día a alguien.

Hoy, muy temprano en la mañana, cuando el sol aún no aparece en el horizonte, con frecuencia despierto con los trinos de los pajaritos que se filtran a través de la ventana. En la oscuridad, ellos anuncian y saludan con entusiasmo y energía el alba inminente.

Esto me recuerda la historia de Fanny Crosby (1820-1915), autora de numerosos e inspirados himnos que aún cantamos en las iglesias. Fanny quedó ciega muy poco después de nacer como consecuencia de un error médico. Siempre oraba al Señor pidiéndole su dirección antes de escribir cualquier himno. Desde la más absoluta oscuridad de su ceguera, Fanny supo alumbrar la vida de millones de personas a través de su prolífica obra. Ella tenía otra clase de luz interior. A pesar de haber transcurrido prácticamente toda su vida privada de ver los colores del día, pudo vislumbrar más allá de las tinieblas de este mundo, el Amanecer de los amaneceres, cuando el alba eterna rompa en claridad y la luz de Cristo el Señor llene cada rincón, cada momento de un día infinito… sin sol. Esto me emociona, toda vez que la imaginación más frondosa y exhuberante difícilmente sea capaz de percibir cómo será ese momento sin tiempo.

Hoy cantamos en las iglesias. Me gusta hacerlo, toda vez que ello además de rendirle alabanza a Nuestro Señor, también es dejar escapar -trascendiendo las emociones y los sentimientos propios de la naturaleza humana- esa luz que un día Nuestro Señor puso en nuestro corazón.

Mi pequeña hijita cantaba a viva voz porque no podía contener ese torrente de gozo y felicidad que brotaba de lo más profundo de su corazoncito. Fanny Crosby lo hacía porque su luz quemaba en su interior si no la exteriorizaba. Los pajaritos trinan entusiastamente cada mañana anticipando el alba inminente. Nosotros cantamos, más allá de circunstancias y emociones naturales, anunciando esa sobrenatural esperanza de Vida Eterna que Dios tuvo a bien poner en nuestro corazón el día que nos selló con su Espíritu.

“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

(1 Corintios 2:9 RV60)

Escrito para www.devocionaldiario.com

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