Una buena escalera debe estar sobre la muralla correcta – Osmany Cruz Ferrer

Una buena escalera debe estar sobre la muralla correcta

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“Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros”

(Salmos 18:29)

Como sacada de una tira cómica de dibujos animados, muchas veces conducimos nuestra vida de manera extraña y hasta risible. Imagine al hidalgo caballero de las series animadas de aventura infantil viajando sobre la nieve, resistiendo el gélido viento, padeciendo hambre y soledad mientras imagina que rescata a su amada y es feliz por siempre. Después de una sufrida travesía llega ante el castillo que se yergue imponente y que está fieramente custodiado por soldados experimentados en la guerra. Lucha con todo su valor hasta trepar por la fría roca y adentrarse en el amurallado palacio, solo para darse cuenta que este no era el castillo donde tenían a su amada cautiva. Se equivocó de mapa y atacó el sitio equivocado.

A veces la realidad supera a la ficción. Tal vez esta historia de equívocos ridículos esté sucediendo todos los días en alguna parte, con algunas personas. Están poniendo todo su empeño y su valor en el sitio equivocado, en un proyecto al que Dios no le llamó, en una aventura cuyo final es frustración y fracaso. No importa cuánto luches, o cuán valiente seas, o qué penurias estás sorteando ahora mismo, si inviertes toda tu energía en algo a lo que Dios no te llamó, has perdido todo tu viaje por épico que este sea.

Mientras escribo este artículo tengo la impresión que lo redacto para mí, como una especie de mapa axial donde encontrar cordura para mi viaje. Quizás te sirva a ti también estos trazos de buena voluntad y así evites desperdiciar tus fuerzas en la ruta incorrecta. El punto de partida de todo es el propósito que hemos recibido. ¿Para qué he sido colocado en esta tierra? ¿En qué me siento a gusto en verdad? ¿Qué haría sin importar las consecuencias? ¿Dónde me veo por el resto de mi vida? Si tenemos respuestas para estas preguntas es porque ya sabemos nuestro objetivo, nuestra razón de ser. Ahora debemos pasar a la acción, pues saber lo que queremos no lo traerá a nosotros.

Por ejemplo, si lo que quiero es pescar, si mis pensamientos están continuamente en torneos de pesca y en trofeos asociados a los mismos no me sirve de nada si uso mi caña de pescar en la bañera de casa. Debo ir a un sitio donde pueda ejercer aquello que me apasiona. El resto vendrá a la medida que sea esforzado y perseverante. El esfuerzo y la perseverancia me darán destreza y la destreza me hará ganar trofeos.

Todos pueden ser excelentes en algo, pero no todos deciden serlo. La precaución excesiva puede hacer de nosotros proyectistas lentos. El misticismo de que Dios lo hará todo por nosotros puede hacer que se oxide nuestra creatividad. El temor al qué dirán nos hará tan cautos que quizás ni siquiera iniciemos la travesía. Habrá un centenar de razones más que condicione nuestra llegada al propósito deseado que ni intentaremos reseñar. El punto aquí está en buscar una buena razón para hacer lo que queremos hacer. Una razón auténtica y valedera para nosotros. Es fácil de identificar porque estamos convencidos que es ahí, en ese propósito que nos enamora, donde podremos ser útiles y felices.

No deben ponerse las fuerzas en aquello que no es nuestro objetivo, eso es como subir al castillo equivocado donde no está nuestra bien amada. La diferencia entre nuestro símil con la tira cómica del principio está en que nuestro hidalgo no sabía que se equivocaba, pero nosotros sabemos cuándo no estamos siguiendo el camino correcto. Dios siempre nos deja saber su parecer sobre nuestros andares.

No persistas en una posición por miedo al futuro. No continúes en una misma conducta por agradar a otros. Si no eres coherente contigo terminarás tus días lamentando tu proceder y ya no habrá tiempo para empezar de nuevo. No seas una pieza en el ajedrez de otros, juega tus propias partidas donde tú eres las piezas y donde eres el que juega. No hay garantía de que todo saldrá como piensas, pero no hay mayor realización que hacer algo para lo que uno está hecho.

Ocúpate de colocar la escalera sobre la muralla adecuada, del resto se ocupará Dios.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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