El éxito según Dios – Osmany Cruz Ferrer

El éxito según Dios

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“Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; entenebrecido estoy, espanto me ha arrebatado” (Jeremías 8:21)

“Bienaventurados los que lloran”… (Mateo 5:4).

Jeremías fue alguien asombroso. Su ministerio sin aparentes resultados halagüeños no es del interés de muchos predicadores del éxito, porque según los cánones mundanales por los que se rigen algunos, Jeremías no tuvo resultados. Jeremías no es, en la mayoría de los casos, el favorito para un sermón dominical porque su existencia fue sufrimiento y los temas desagradables no son populares. Pareciera que todo se trata de lograr, de alcanzar, de conquistar. Estoy avergonzado de oír tanto de eso, cuando la fe se trata de obediencia, no de producir. Se trata de ser, no de hacer.  No podemos confundir el orden de prioridades. No podemos contaminar nuestra esencia.

No creo que el camino del sufrimiento sea atractivo. Ni que lo procuremos como lo hicieron algunos de los padres en la era patrística, pero tampoco debemos despreciarlo, o ignorarlo. Mucho menos debemos estigmatizar como perdedores a los que sufren, o a los que las cosas no le han salido tan bien como a otros. A la luz del Sermón del Monte los que sufren están en una posición más privilegiada de bendiciones que aquellos que andan en sus flamantes coches del año y aparecen cada semana en televisión exhibiendo trajes caros y sonrisas ensayadas.

Pregunte a cualquier cristiano el nombre de sus cinco cantantes cristianos famosos favoritos y los dirá enseguida. Pregúntele por sus tres predicadores predilectos y los dirá en orden de relevancia. Pregúntele por sus escritores de bestsellers de cabecera y tendrá una nueva lista. Ahora bien, pregúntele el nombre de cinco cristianos que están perseguidos actualmente por su fe en países intolerantes al evangelio y dígame qué respondió. O quizás el nombre de tres mártires de la fe del siglo XXI. ¡Vaya!, me temo que las respuestas serán escasas o ambiguas.

Por favor, no piense que desestimo los méritos de los ministerios más conocidos, o los sacrificios de otros hasta llegar a donde están ahora. De veras que no es mi intención. Solo establezco puntos comparativos para reflexionar. Debemos examinar nuestros pensamientos, reconsiderar nuestros conceptos de lo que es la vida cristiana, apegarnos a la Biblia y no vivir una versión de la fe, sino la fe auténtica en Cristo Jesús.

¿Preguntémonos a quienes estamos admirando, a quiénes nos queremos parecer? El apóstol Pablo lo tenía claro. Sabía quién era digno de imitar, Jesús: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).  Note que Pablo no dice, “llegando a ser semejante a él en su éxito”. Porque no se puede medir la lealtad, el servicio y el amor en el éxito, solo es posible sopesar estas virtudes en la tribulación.  Por eso Pablo tenía por meta no el renombre, sino la fidelidad hasta la muerte.

He visto en nuestros predios sacros la despreocupación por los que sirven, por los que sufren, por los pobres, por los que no pueden aportar mucho porque carecen de medios, o talento. El énfasis es la visión, el logro, el prestigio, el institucionalismo por encima del individuo. Si no puedes producir eres prescindible. Si no puedes hacer más grande la visión, no vales. Los que así hacen se sirven a sí mismos, pero jamás a Cristo.

Si notas vehemencia en mis palabras es porque debo contender por la fe una vez dada a los santos. Si me percibes impertinente, créeme que me he contenido. El que tenga oídos, oirá. Joacim cortó en dos el mensaje de Jeremías y lo arrojó al fuego, no me extraña que este artículo sea tildado de improcedente. Pero debo decir lo que en mi pecho arde. Como Martín Lutero dijo en Worms: “Mi conciencia está sujeta a la Palabra de Dios y no es honrado ni seguro obrar en contra de mi propia conciencia. ¡Qué Dios me ayude! Amén.”

Jeremías debe ser un referente para nosotros. Sus sufrimientos deben recordarnos que el ministerio se trata de fidelidad y consagración. Que no debemos buscar otra cosa que el hacer la voluntad de Dios. No hay otro fin que, darle la gloria al único y verdadero, a Cristo. Consideremos a los que sufren, aprendamos de ellos. Oremos por sus vidas, por sus familias. No busquemos el éxito que es según los hombres, sino el éxito según Dios: la obediencia. La gloria de un creyente está en su amor a Cristo, en la lealtad a su fe, en su contentamiento en la prueba, en su apego a la verdad doctrinaria, en su semejanza a Cristo.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

 

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