Diez veces mejores – Osmany Cruz Ferrer

DIEZ VECES MEJORES

Diez-veces-mejores

“En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”.

(Daniel 1:20)

“Diez veces mejores”, podría ser la frase presumida de un eslogan para un comercial de una empresa cualquiera: ¡No importa dónde busque, nosotros somos diez veces mejores! Podría ser, pero en este caso es en la Biblia donde aparece esta frase como una pincelada biográfica de cuatro jóvenes, que marcarían un hito en la historia de Babilonia y del Israel cautivo. Daniel, Ananías, Misael y Azarías con sus principios intransigentes de santidad y excelencia, se abrirían paso en uno de los gobiernos más inflexibles de la historia. Nabucodonosor, un megalómano sin escrúpulos, acostumbrado a despreciar a otros sin ruborizarse por nada, bien podía descalificar con despotismo a cualquiera, pero estos cuatro tenían algo distinto. Eran jóvenes de convicciones profundas, con voluntades como acero que amaban a Dios por encima de ellos mismos. La capacidad de análisis y la revelación que poseían los distinguió. Asombraron al mundo de aquel entonces con su valentía, en la que también eran diez veces mejores.

Daniel oraba tres veces al día y ello no iba a cambiar por un edicto real cuyo castigo era la muerte. Oró tres veces al día como solía hacer, con las ventanas abiertas hacia Jerusalén, aunque el edicto ordenaba no hacerlo por treinta días. Fue lanzado al foso de los leones como castigo a su desobediencia civil, pero ello solo sirvió para tener una experiencia más de liberación y bendición. Ananías, Misael y Azarías llamados más tarde  con nombres babilónicos Sadrac, Mesac y Abed-nego se negaron a postrarse ante una estatua de oro que el alocado rey había construido para su adoración. El castigo era la muerte mediante la incineración en un horno. Aquello no pareció intimidar a los osados hebreos que abrazaron su destino con determinación. Dios mismo les haría una visita dentro del horno recalentado siete veces y ellos saldrían del mismo sin oler siquiera a humo. Otro milagro que nos alecciona, otro acto de obediencia que nos inspira. Hombres comunes, pero admirables. Eran diez veces mejores que la mayoría porque eligieron serlo y Dios respalda la lealtad y el compromiso. Dios se goza en la excelencia y la determinación de los suyos por obedecerle en sus mandamientos.

El Señor no tiene favoritos. Él llama a cada cual para una tarea que bien puede realizar con la gracia de Dios, pero hay que esforzarse en esa gracia recibida, como bien diría el apóstol Pablo (2 Timoteo 2:1). Es una tonta excusa decir que no podemos hacer más porque Dios no nos da ayuda. Él da talentos, pero nos toca a nosotros multiplicarlos. Hay pocos predicadores como Charles Spurgeon, con su elocuencia y profundidad, porque pocos deciden leer seis libros semanales, como él hizo durante toda su vida (312 libros cada año). Se trata de ser responsable con el don que hemos recibido de parte de Dios.

El urgente llamado de Dios para ser diez veces mejor que lo que eres hasta ahora desafiará tu comodidad y dará un vuelco a la teología pasiva de que Dios lo hará todo. Sin embargo, intentarlo te cambiará y te sumirá en la aventura de tu vida. Nada emociona más que servir a Cristo, nada es tan excitante como dar el máximo de ti para Dios. Estamos hechos para entregar y cuando retenemos, hacemos todo lo contrario y perdemos nuestro cometido. Nos convertimos entonces en cristianos sedentarios que pudiendo hacer más, se excusan en  insignificancias. ¡Qué pena llegar al cielo y constatar que hemos hecho poco pudiendo haber hecho mucho! ¡Qué lamentable sería que se quemaran nuestras obras por haber sido hechas con dejadez y pereza!

Diez veces mejores que hoy, esa sería una excelente meta para ahora mismo. Si lees un capítulo diario de la Biblia, lee ahora diez. Si antes le predicabas a una sola persona al mes, predícale a diez. Si leías un libro al año, lee ahora diez. Si orabas diez minutos, que sea una hora y media. Multiplica tus talentos, nunca los restes ni los dividas. Solo tú puedes limitarte, no busques el camino fácil, no seas del noventa por ciento que sobrevive hasta ser enterrado al final de su vida. Cambia tus acciones y cambiarán tus resultados. Atrévete a maximizar tus esfuerzos y verás lo que se siente vivir una vida plena en Cristo Jesús. Sea cual sea tu trabajo, sea cual sea tu servicio, puedes ser diez veces mejor.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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