¿Cómo vivir antes de morir? – Osmany Cruz Ferrer

¿Cómo vivir antes de morir?

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No estoy preocupado por la muerte. Tengo la seguridad de que cuando un doctor con su impoluta bata blanca y bolígrafo caro certifique mi fallecimiento, ese momento estaré más vivo que nunca. Me preocupa cómo vivir, cómo hacer para que mi existencia sea agradable a Dios, edificante para mi familia y útil a los hombres.  Pienso en esto todo el tiempo. Quiero hacerlo bien, Dios es merecedor de ello. Existo con propósito, con destino, soy parte de un plan eterno. Debo comprender esas cosas y recordármelas cada día, o corro el riesgo de olvidar que la vida es asombrosa. El tedio y las rutinas querrán robarme la emoción de un nuevo amanecer y las circunstancias intentarán ensombrecer el llamado de Dios en mí a lo extraordinario. Debo ser vigilante para no ser distraído por lo banal e intrascendente. He de ser cuidadoso, o el miedo y el afán me quitarán la esperanza de ver en mis jornadas diarias lo sobrenatural.

No podemos vivir por las emociones, que cambian sin nuestro consentimiento. Son tan variables, que de permitírselo, tiranizarán a nuestra voluntad. Hemos de hacer un compromiso con Dios. Solo un carácter resoluto alcanzará a vivir en la plenitud de su propósito espiritual. Por tanto, asumamos el reto de una vida aferrada a las Escrituras, leal a sus principios y entusiasta con las promesas de Dios.

Nuestro compromiso para una vida agradable a Dios, extraordinaria y útil a otros solo puede ser el siguiente: Nos comprometemos a ser imitadores de Cristo (1 Co. 11:1). A usar bien la palabra de verdad, a tener cuidado de nosotros mismos y de la sana doctrina (1 Ti. 4:16). A cuidar nuestro testimonio ante el mundo, a tener un solo cónyuge, a gobernar bien nuestra casa y a enseñar a nuestros hijos en el temor de Dios (1 Ti. 3:4) A resistir al pecado, la injusticia, la parcialidad, el atropello (Ro. 12:9).  A ser prudentes, a vivir piadosamente y con sobriedad en este siglo malo (Tit. 2:12).

Nos comprometemos a ser ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Ti. 4:12). A no reprender al anciano, sino exhortarle como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza (1 Timoteo 5.1). A ser defensores de la sana doctrina y expositores cuidadosos de las enseñanzas bíblicas. A ser administradores honestos (1 Co. 4:2). A considerar a los demás como superiores a nosotros mismos (Fil. 2:3). A predicar este evangelio que hemos recibido y a hacer discípulos que imiten al Señor Jesucristo (Mt. 28. 19,20). A no medrar usando la palabra de Dios como pretexto, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablemos en Cristo (2 Co. 2:17).

Nos comprometemos a resistir con firmeza a aquellos que se dicen hermanos, pero que en realidad no lo son, sino obreros fraudulentos (2 Co. 11:13). A darle la gloria a Dios por cualquier logro que podamos alcanzar (Sal. 115:1). A ser obreros de valor, dispuestos para toda buena obra (2 Ti. 2:21). A no negar nuestra fe jamás, aunque esto conlleve al martirio por la causa del evangelio, y esto, teniendo como máximo ejemplo de negación y sacrificio a nuestro Señor Jesucristo, el cual nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (Gálatas 2:20).

Finalmente, nos comprometemos a vivir a la altura ética y moral de un ministro del nuevo pacto y a trabajar ingentemente a favor del reino de Dios hasta que Cristo venga, o nos toque partir a su presencia (2 Co. 3:6). Todo esto haremos, si Dios nos da su gracia, porque el ejercicio de la voluntad humana sin la dependencia de la gracia es orgullo. Así queremos vivir antes de morir, si Dios nos lo concede. ¡Amén!

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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