Casi todo y casi nada – Osmany Cruz Ferrer

CASI TODO Y CASI NADA 

Casi-todo-y-casi-nada---Osmany-Cruz-Ferrer

“Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano”
(Hechos 26:28)

Cuando leo la Biblia pienso muchas veces en lo que podría haber llegado a ser una historia si sus participantes hubieran hecho elecciones distintas a las que hicieron. ¿Qué habría ocurrido si el joven rico hubiera entregado su fortuna a los pobres y seguido a Jesús? ¿Qué historias se contarían sobre él en los evangelios y el libro de los Hechos? ¿Cuál sería la historia de los fariseos si hubiesen reconocido al Mesías? ¿Qué lugar ocuparía el rey Agripa en las Escrituras si hubiese creído a las palabras de Pablo? Estuvieron cerca de algo glorioso, pero no lo alcanzaron. Poderosos ídolos conspiraron contra ellos y les vencieron. La avaricia, la religiosidad, el orgullo y otros mortales enemigos les robaron un más alto propósito. Perdieron la alegría del servicio a Dios por ir a lo seguro, a lo que les era harto conocido y no representaba una amenaza a sus estilos de vida, costumbres y pensamientos. Lo perdieron todo por aferrarse a nada. Destinos fallidos, almas descaminadas, por ser casi algo que pudieron ser y no lo fueron.

No lo lograron porque de algún modo se negaron a renunciar a algo de menos valor que aquello que pretendían.

Pensando en estos episodios trágicos vino a mi mente un poema del finado pastor y poeta Rodolfo Loyola Loyola, que retrata aquello que muchas personas viven y no remedian nunca. Como si se empecinaran en fracasar y dejar inconcluso su propósito, su razón de ser, para lo que fueron creados. El poema se titula Casimira y dice así: Casimira, casi todo/ y casi nada./ La llamaban Casi/ cuando casi andaba,/ y al cumplir los siete/ Casi fue al colegio, pero la maestra/ casi no enseñaba./ Pues siendo la Casi/ una adolescente,/ casi niña, casi dama,/ encontró a un mozuelo/ a quien Casi amaba./ Pero un día el muchacho,/casi sin mirarla/ dejó a la Casi,/ casi destrozada./ Y se fue a un convento/ la buena de Casi/ queriendo ser santa,/ y casi fue monja…/ Pero un día enterada/ de que el chico moría,/ se volvió a su casa/ y cuidó del chico/ como de casada./ Y el chico murió/ casi sin besarla,/ y Casi fue viuda,/ al menos en su alma./ Hoy Casi, cansada/ de su vida extraña,/ casi ni se peina,/ y desenfadada,/ cuenta de algún modo/ que fue casi todo,/ sin ser casi nada.

¿Hay gente así? Muchas, más de las que nos imaginamos. Puede que ahora mismo formes parte de esos que pudiendo ser algo, no lo son porque el miedo los aprisiona, o la duda, o la desesperanza. Quieres ser algo, sientes ese fuerte latido de que debes serlo y de que puedes alcanzarlo, pero pospones tu aspiración porque consideras lo que no tienes, lo que no puedes y lo que no sabes. Escritor, predicador, músico, locutor de radio, empresario, misionero, la lista puede ser infinita, lista de los casi sí, pero en la práctica, nada. Todo ha de comenzar por una firme resolución del corazón, una determinación sacra de alcanzar aquello a lo que me siento especialmente llamado.

Dios hará su parte, todo aquello que parece imposible él lo solucionará. Eso es un hecho, no hay que preocuparse por lo que no depende de nosotros. La cuestión, en realidad, estriba en nosotros, en nuestra fe, en nuestras actitudes, en nuestras decisiones. Perseverar con vehemencia en nuestras aspiraciones, hacer las elecciones correctas, seguir la guía de Dios mientras actuamos en aquello que ya sentimos de Su parte de antemano.

No existe algo que sea valioso y fácil de conseguir a la vez. Hay que ser osado. No podemos esperar mejores condiciones, hay que actuar ya. No tenemos certeza alguna de vientos favorables, debemos ajustar las velas y ya se verá. Sería muy triste llegar al final de la vida sin haber intentado en serio vivirla al máximo en la voluntad de Dios. Un alma reticente no puede ver los milagros que ve un alma aventurera. No dejes que nada te encarcele, no permitas que nadie te limite. Vive tu vida en Dios. No seas casi algo, sé en Dios todo lo que de ti él ha pensado.

Autor: Osmany Cruz Ferrer.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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