No todos son hijos de Dios – Marisela Ocampo O.

No todos son hijos de Dios

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Es usual escuchar que “todos somos hijos de Dios”, yo también solía decirlo en varias ocasiones. Sin embargo, cuando el Señor nos quita la ceguera espiritual y nos da entendimiento de su palabra por el poder de su Espíritu, podemos denotar que esta expresión es una falacia aunque suene aterradora para muchos.

“Jesús vino al mundo que Él había creado, pero el mundo no lo aceptó. Pero a quienes lo recibieron y creyeron en Él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado”. (Juan 1:11-13).

Ahora, muchos dirán: ¿cómo así, pero acaso Dios no nos creó a todos? Si es cierto, Dios nos creó a todos, somos criaturas de Dios pero esto no significa que por el hecho de haber sido creados por Él, esto nos da la potestad de ser sus hijos. Como lo dictan claramente los versículos anteriores, este derecho sólo lo obtenemos por medio de Jesucristo, por su obra en la cruz.

El propósito por el cual Dios nos creó es para que seamos conformados a la imagen de su Hijo Jesucristo, lastimosamente por la caída de Adán todos los seres humanos nos hicimos pecado; es decir, al Adán haber caído en pecado toda su descendencia vino a este mundo contaminada por el pecado. Los seres humanos hemos cargado con el ADN de Adán a lo largo de la existencia.

La buena noticia es que así como por un solo hombre, la humanidad se contaminó por el pecado y debido a esto fue apartada de la gloria Dios, así mismo, por un solo hombre “Cristo Jesús”, toda la humanidad puede ser lavada, limpiada y liberada del pecado, y además de que es salvada también es reconciliada con Dios; nunca más estará apartada de Él debido a que es justificada gratuitamente por la fe en Jesucristo. ¡Gloria a Dios! (Ver Romanos capítulos 3 y 5).

Ahora, no todos han comprendido esta verdad y muchas personas no creen en Él; tal vez muchos dirán que sí creen, pero sólo de labios, porque con sus hechos demuestran todo lo contrario. La fe en Cristo se tiene que vivir, no es cuestión de sólo promulgarla con la boca; como dice un sabio dicho que he escuchado por ahí: “predica la palabra y si es necesario habla”.

Así que amados, para los que todavía siguen siendo sólo criaturas pero no son hijos de Dios; los invito para que busquen la presencia del Señor, arrepiéntanse de sus pecados y vuélvanse a Dios de todo corazón. “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él. El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios”. Juan 3:16-18 (Dios Habla Hoy).

“Si obedecemos los mandamientos de Dios, podemos estar seguros de que hemos llegado a conocerlo. Pero si alguno dice: «Yo lo conozco», y no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no hay verdad en él. En cambio, si uno obedece su palabra, en Él se ha perfeccionado verdaderamente el amor de Dios, y de ese modo sabemos que estamos unidos a Él. El que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo”. 1 Juan 2:3-6 (DHH).

Para los que hemos tenido la dicha por la bendita fe, gracia y misericordia en Cristo Jesús, para ser adoptados por medio de Él como hijos de Dios; ésta maravillosa palabra:

“Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. Por eso, los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios. Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como Él, porque lo veremos tal como es. Y todo el que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro. Pero todo el que peca, hace maldad; porque el pecado es la maldad. Ustedes ya saben que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados, y que Él no tiene pecado alguno. Así pues, todo el que permanece unido a Él, no sigue pecando; pero todo el que peca, no lo ha visto ni lo ha conocido. Hijitos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como Él es justo; pero el que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios: para deshacer lo hecho por el diablo. Ninguno que sea hijo de Dios practica el pecado, porque tiene en sí mismo el germen de la vida de Dios; y no puede seguir pecando porque es hijo de Dios. Se sabe quiénes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo, porque cualquiera que no hace el bien o no ama a su hermano, no es de Dios”. 1 Juan 3:1-10 (DHH).

¡GRACIA Y PAZ EN CRISTO JESÚS!

Por: Marisela Ocampo O.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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