Sencillez y astucia – Luis Caccia Guerra

Sencillez y astucia

Cuenta una antigua historia de la Edad Media, que cierto hombre de gran influencia en el reino había cometido un terrible asesinato. Sus secuaces de la corte, para encubrirlo y salvarlo de la horca, armaron una conspiración para acusar del crimen a un hombre inocente.

El hombre fue llevado a lo que parecía un juicio justo, pero el juez y los jurados también formaban parte de la confabulación. Realmente, este pobre inocente no tenía manera de zafar de la horca. Como el hombre no tenía antecedentes, y además, era una persona reconocida por su integridad, honestidad y buenas obras, el juez para encubrir su malicia utilizó esto como atenuante y le concedió dejar el veredicto en “manos de Dios”. Para ello, tomó dos pequeños papeles, escribió algo en cada uno de ellos, los enrolló y le dijo al imputado que en uno de ellos había escrito la palabra “Inocente” y en el otro la palabra “Culpable”. El acusado debía elegir uno de ellos al azar y lo que el papel tuviera escrito es lo que  determinaría su destino. La libertad o la horca.

Pero el juez, en realidad había escrito en ambos papeles la palabra “Culpable”. Es decir, que cualquiera que el acusado eligiera, estaba condenado. El inocente se percató de la trampa, por lo que llegado el momento, y después de tensos minutos, tomó uno de los rollitos, rápidamente se lo metió a la boca y lo tragó, ante el asombro y para nada disimulado fastidio del juez, jurados, testigos y asistentes.

-¿Y AHORA? Vociferó el magistrado visiblemente iracundo ante la astuta movida del acusado.

-¿Cómo vamos a saber lo que decía el papel que se comió?

-Muy fácil. Respondió. -Lean lo que dice el papel que quedó y sabrán lo que decía el que yo elegí.

No tuvieron más alternativa que dejarlo ir en libertad.

Esta historia me recuerda la situación judicial que como seres naturales teníamos ante Dios. Eligiéramos el papelito que eligiéramos, nuestro destino ya estaba trazado,  gracias a las trampas del diablo. “Por tanto,  como el pecado entró en el mundo por un hombre,  y por el pecado la muerte,  así la muerte pasó a todos los hombres,  por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12); “por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Veredicto: “Culpable”. Condena: “la muerte, la separación eterna de Dios”.

Hoy, nuestro corazón prorrumpe en alabanzas de gratitud, porque Jesús canceló desde la cruz esa terrible cuenta que pesaba sobre nosotros, que ni en una eternidad estábamos en condiciones de pagar. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros,  en que siendo aún pecadores,  Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Pero también Dios nos insta a que estemos alertas contra las asechanzas del maligno, que andemos con cuidado ante sus trampas y engaños, que vestidos con su armadura, nos conduzcamos en este mundo con sencillez y mansedumbre, sí; con gracia, también; pero con la astucia de la serpiente en medio de un mundo donde la trampa y la caída están a la vuelta de cada esquina.  “Los envío como ovejas en medio de lobos.  Por tanto,  sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.” (Mateo 10:16).

Por tanto,  tomad toda la armadura de Dios,  para que podáis resistir en el día malo,  y habiendo acabado todo,  estar firmes.

(Efesios 6:13 RV60)

Por: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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