Milagro de Luz – Luis Caccia Guerra

Milagro de Luz

“¡Ten confianza, levántate, te llama!” fueron las palabras con que animaron a Bartimeo el ciego a levantarse e ir al encuentro de Nuestro Señor (Marcos 10:46-52 RVR60).

Nada dice el Evangelio si Bartimeo era ciego de nacimiento o por alguna razón quedó así habiendo gozado previamente del sentido de la vista durante una parte de su vida. Unas cuantas versiones dicen simplemente: “Señor, quiero ver, que vea”. Otras, en cambio dicen “Que recupere, que recobre la vista, quiero ver de nuevo”; que no es lo mismo.

Lo cierto es que más allá de las versiones y de toda consideración teológica, veo en este pasaje de las Escrituras uno de los más dulces y por cierto, bellos y significativos milagros de Nuestro Amado Señor. Nada más ni nada menos que llevar luz a quien permanece en tinieblas.

Pero también veo en este pasaje, a un Bartimeo que no dejó pasar la oportunidad de su vida y creyó, y a personas que se encuentran a su alrededor. Unas haciéndolo callar cuando clamaba a voces por Jesús. Otras, tal vez tomándolo afectuosamente por un brazo, ayudándolo a levantarse y diciéndole: “Ten confianza, levántate, te llama”.

¡TEN CONFIANZA, LEVÁNTATE, TE LLAMA! Es que para llegar a Jesús, para ir hacia La Luz es necesario levantarse y dar pasos en la oscuridad.

Pero qué bella, generosa, actitud de quienes se acercaron a Bartimeo. Su “Ten confianza, te llama” fue capaz de acallar los ecos de una multitud que se incomodaba con sus gritos y pretendía su silencio. Y es que muchas personas que hoy viven en tinieblas, no van a poder llegar a Jesús por más que clamen por El, a menos que alguien se acerque, las tome por un brazo y con dulzura les diga “ten confianza, vamos, te llama”.

Hoy veo con emoción el milagro más grande del mundo. La Luz de Jesús agiganta la sombra de la cruz del Calvario hacia el infinito. Milagro de vida. Milagro de luz para quienes anduvimos en tinieblas.

Milagro de gracia, toda vez que es un don gratuito y absolutamente inmerecido para quien lo recibe, pero pagado a un elevadísimo precio por quien lo da. ¿Quién podrá entender tan inconmesurable amor puesto en evidencia a través del sacrificio de Cristo?

Fui ciego, visión me dio también a mí. ¡Gracias amado Señor por ese milagro de luz que tuviste a bien obrar en mi vida!

Otra vez Jesús les habló,  diciendo:  Yo soy la luz del mundo;  el que me sigue,  no andará en tinieblas,  sino que tendrá la luz de la vida.

(Juan 8:12 RV60)

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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