Cómo medir tu crecimiento – Hefzi-ba Palomino

CÓMO MEDIR TU CRECIMIENTO

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“Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre.”

Salmo 103.1

 Cuando una nueva criatura nace, los médicos lo miden y lo pesan y de ahí en adelante, cada día cuenta para que al niño o la niña le hagan un seguimiento de su crecimiento, de su peso, de las vacunas y de su desarrollo físico y mental. Entonces, ¿porque no preocuparnos nosotros también de nuestro crecimiento espiritual como nuevas criaturas en Cristo?

Yo sé que es imposible que podamos ver el espíritu en nosotros o al Espíritu Santo, y que podamos medirlo en termino de estatura o peso, pero tanto nuestro espíritu como el Espíritu Santo,  son reales y  aunque no los podemos ver, debe existir una manera de medir nuestro crecimiento espiritual y ese es mi motivo de reflexión en este día, pues no me conformo con saber que soy salva y que Dios está haciendo una obra en mí; quiero también ser consciente de mi propio crecimiento y de esa obra que Dios hace en mí, pues es mi responsabilidad y la de todo creyente, saber quiénes somos, como nos ve el mundo y que papel estamos jugando en la historia de la humanidad, en nuestra familia y  en nuestro entorno.

Haciéndome estas preguntas, recordé las palabras de Jesús cuando dijo: “Por sus obras (frutos) los conoceréis, pues no puede un árbol bueno dar frutos malos…” y creo que esta es primeramente la clave para encontrar la forma de medir nuestro crecimiento espiritual: por nuestras obras o frutos, por el presente que vivimos y que Dios ha construido para nosotros o que de alguna manera nos ha traído hasta aquí. No  voy a hablar del futuro que no conocemos, o  lo que hay más adelante.

Si pudiera hacer una formula, diría que dibujáramos una línea de tiempo, donde nos ponemos a nosotros mismos antes, en el pasado, como éramos, como vivíamos, como eran nuestras relaciones con la familia, en el trabajo, en el estudio, en la comunidad en general, los problemas que teníamos y la forma en que los resolvíamos; en el centro de la línea, Cristo, cuando lo conocimos y le entregamos nuestra vida y al otro lado, a la derecha, el hoy, tiempo presente, como nos vemos actualmente, y como respondemos a las mismas preguntas que en el pasado.

No olvidemos de donde El Señor nos sacó y no olvidemos ninguno de sus beneficios; hoy gracias a ese puente que es la cruz, estamos reconciliados con Dios y con el mundo.

Así, al igual que yo, espero que hoy tú amado hermano, hermana, cuentes más las bendiciones que los problemas, hoy lo hice y quede maravillada, solo fruyen de mi ser palabras y sentimientos de agradecimientos al Dios de mi salvación, por su obra en mí, por todos los cambios que ha operado en mi ser y por haberme enseñado y compartido su paz, que sobrepasa todo entendimiento y que guarda mi mente y mi corazón en Cristo Jesús, a pesar de los inconvenientes, problemas, desengaños y circunstancias, que son solo parte esencial de la vida. La vida de cada uno, es lo que es, y solo Jesús-Cristo, puede efectuar cambios para conveniencia de nuestra alma y espíritu.

Nadie ha dicho que haya sido fácil, que no tengamos que sufrir, llorar y ser quebrantados, que tengamos que ser domesticados, amaestrados y amansados, antes de ser instrumentos útiles en manos del Señor, pero ningún padecimiento es eterno y Jesús prometió estar con nosotros y nunca dejarnos. Si contamos nuestras bendiciones actuales, de alguna manera justificamos o compensamos lo que paso, a cambio de lo que tenemos o somos hoy.

“Bendice alma mía a Adonaí y no olvides ninguno de sus beneficios.”

Salmo 103.2

Autora: Hefzi-ba Palomino

Escrito para www.devocionaldiario.com  

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