Mark Batterson – Cacería del León

El riesgo de no tomar riesgos

por Mark Batterson

leon1Es considerada una de las historias de mayor valentía y más sorprendentes registradas en la Biblia. Pero aunque usted la haya leído varias veces en la Biblia, año tras año, probablemente no haya hecho siquiera un parpadeo en la pantalla de su radar.

El escritor de 2 Samuel nos dice que Benaía persiguió a un león hasta un foso, y que luego, a pesar de la nieve y del terreno resbaloso, tomó a la bestia y la mató (23:20).

La historia de Benaía está recogida en tres versículos (vv. 20-22). La Biblia no nos dice lo que él estaba haciendo, ni adónde iba cuando se encontró con este león. Pero sí revela su valerosa reacción. ¡Y qué valerosa! Cuando la imagen de un animal que come gente viaja a través del nervio óptico, el cerebro recibe normalmente un importantísimo mensaje: hay que correr tan rápido como se pueda.

Las personas normales huyen, pero las que dan caza a los leones son de una casta diferente. No ven a un problema de 500 libras. Cuando “ruge” la oportunidad, ellas agarran “la vida” por la melena.

Permítame decir algo que es obvio: si usted está en un foso con un león en un día nevoso, tiene un problema serio; será probablemente el último problema que tendrá en su vida. Pero tendría que reconocer que “maté a un león en un foso en un día nevoso” se ve sumamente bien en su currículo si está solicitando trabajo como guardaespaldas del rey de Israel.

Benaía no sólo obtuvo el empleo de guardaespaldas principal de David, sino que además llegó a ser Comandante en Jefe del ejército de Israel —la segunda persona más poderosa en el reino. Pero toda la genealogía de su éxito se remota a una decisión que determinaría su destino: 9

Sentimientos de pesar y omisión

Permítame hacer una predicción: su mayor sentimiento de pesar al final de su vida serán los leones a los que no intentó cazar.

Según la investigación de los psicólogos sociales Tom Gilovich y Vick Medvec, a corto plazo tendemos a lamentar ciertas cosas que hicimos, que habríamos querido no haber hecho. Pero a largo plazo, tendemos a lamentar ciertas cosas que no hicimos, que desearíamos haber hecho.

Todos nosotros tenemos nuestra buena cuota de cosas que lamentar. Pero estoy convencido de que si no decidimos cambiar ahora, nuestros mayores sentimientos de pesar serán los riesgos que no tomamos, las oportunidades que no aprovechamos y los sueños que no perseguimos.

A mí me parece que la iglesia moderna se ha obsesionado principalmente por los pecados de comisión: no hagas esto, no hagas aquello y estarás bien. Pero aquí está el problema: se puede dejar de hacer lo malo y, sin embargo, dejar de hacer lo bueno. La santidad es más que el subproducto de simplemente sustraer algo negativo de nuestras vidas; implica maximizar el potencial que Dios nos ha dado para vivir como Jesús.

No me malinterprete. La santidad implica, desde luego, sustraer. Sin embargo, creo que Dios está muchas veces más preocupado por nuestros pecados de omisión —por las cosas que podemos y debemos hacer por obediencia y fe. Nuestra vocación es mucho mayor que simplemente huir del pecado; hemos sido llamados a cazar leones.

Valentía y santidad

Es posible que esto no suene muy académico, pero creo que uno de las dimensiones menos apreciadas de la madurez espiritual es la de ser valeroso. El tener valentía se manifiesta de diferentes maneras y juega un papel importantísimo en el seguir a Cristo. Es desafiar al statu quo. Es atreverse a ser diferente. Es negarse a ir a lo seguro.

Piense en esto: nadie ha sido más valiente que Jesús. Él no tuvo miedo de ofender a poderosos líderes religiosos. Desafió las costumbres sociales al tocar a los leprosos para devolverles su dignidad. Sin preocuparle su propia reputación, entabló con valentía amistad con prostitutas y cobradores de impuestos que venían a Él en busca de una nueva vida, y los defendió. En Jesús no había nada que fuera remotamente pasivo. Como dice la autora Dorothy Sayers: “Quienes crucificaron a Jesús no lo hicieron por considerarlo un tonto. Muy por el contrario, lo hicieron porque Su elevada confianza en Sí mismo los hacía sentir inseguros. Se ha dejado para las generaciones futuras amortiguar esa tremenda personalidad y rodearla de una atmósfera de tedio. Le hemos quitado las garras al león de Judá y lo hemos convertido en un inofensivo gato casero”.

¡Ay! Pero antes de protestar, debemos preguntarnos a nosotros mismos si hemos seguido, en realidad, los pasos de Jesús.

Hay un proverbio en inglés, que dice: “Sin valentía no se consigue la gloria”. Cuando nos falta el valor para vivir por fe, le estamos robando a Dios la gloria que Él quiere revelar al mundo a través de nosotros.

Futuro y presente

Un peligro que enfrentamos es que, en algún punto, la mayoría de nosotros dejemos de avanzar con firmeza hacia el futuro y comencemos a revivir y repetir el pasado. Que dejemos de seguir adelante con los sueños que Dios ha puesto en nuestras mentes, y que empecemos a reaccionar con estrechez de mente. Que dejemos de cazar leones, y a comenzar a huir de ellos.

Sin embargo, al igual que Benaía, el resto de nuestra vida puede ser moldeada por la decisión de ir y cazar en vez de huir.

¿A qué león le está llamando Dios a ir a cazar? Quizás es el momento de responderle a Dios. De hacer ese viaje misionero que le exige un sacrificio. De no seguir aferrado a su tiempo personal, para dedicarlo a guiar a alguien. De reconocer su adicción y buscar ayuda. De tragarse su orgullo, y buscar una reconciliación. De no seguir posponiendo la decisión, y pedirle a ella que se case con usted. De dejar de ser uno más en la iglesia, para comenzar a servir en ella. De comenzar a asistir a la escuela nocturna. De escribir el manuscrito por las noches, si eso es lo que se necesita hacer.

Comprométase a seguir a Cristo. ¡Vaya en cacería del león!

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