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La Iniquidad – Reyna Garcia

La Iniquidad

por Reyna Garcia

“Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de Iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño”.
Salmo 32:2

Aunque en muchas ocasiones había leído la palabra Iniquidad en la Biblia, nunca me había preocupado por conocer con mayor detalle el significado de esta palabra. Fue cuando medité el Salmo 32, que el Espíritu Santo me inquietó por primera vez con esta palabra “Iniquidad”. En ese momento no sabía que quería decir el salmista y me pregunté, ¿me culpará Jehová por iniquidad?.

¿Y cómo saberlo, si ni siquiera sabía qué era iniquidad?. Me preocupe más cuando en otra ocasión leí Ezequiel 28:15-16 que declara: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.

A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecastes; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.”

El versículo anterior se refiere a la caída del arcángel Luzbel (al que hoy llamamos diablo o satanás). Este arcángel creado por Dios, lleno de belleza y perfección, le dio cabida a un mal pensamiento que lo apartó totalmente de la voluntad de Dios.

En efecto, la palabra Iniquidad, etimológicamente quiere decir: “lo torcido”, de hecho podemos decir que es lo que se tuerce del camino recto y perfecto de Dios. Y fue el arcángel Luzbel que antes estuvo lleno de belleza y perfección quien con su pensamiento torcido dio origen a la maldad.

Bajo este contexto podemos decir que la iniquidad de Luzbel es la raíz del pecado, es la mala semilla que se ha transmitido como estafeta de generación en generación, sin embargo, también es el resultado de los pecados no confesados y la conducta repetitiva de pecado que se arraigan en nosotros y que se hereda a las futuras generaciones.

En otras palabras, la iniquidad es la semilla que el maligno sembró en nosotros más el resultado de los pecados no confesados, los propios y los de nuestros padres (pecados generacionales).

La iniquidad está ligada al mundo espiritual de las tinieblas, pero actúa directamente en el mundo natural, ya que es la puerta abierta a las maldiciones que se transfieren de padres a hijos, a nietos. Es a través de la iniquidad que el maligno nos usa con deseos perversos y pecaminosos. A esto se le llama concupiscencia.

Santiago 1: 13-15

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado, siendo consumado, da la luz la muerte”.

La fuerza de la iniquidad en nosotros nos seduce a la maldad, la cual si no es desarraigada será el semillero de pecado y maldiciones en nuestra vida que a su vez heredaremos a nuestras generaciones futuras.

Como padres (o madres), debemos de preocuparnos por la herencia espiritual que les damos a nuestros hijos; pero también debemos estar en alerta para cuidar su caminar, impidiendo que con su comportamiento llegue más iniquidad a sus vidas la cual heredará a sus hijos.

La profeta Ana Méndez Ferrell, ejemplifica la Iniquidad como el cordón umbilical (espiritual), a donde se van grabando todos los pecados del hombre y lo que será su herencia a la siguiente generación. Estos a su vez, lo torcerán aún más con sus propios pecados, y lo entregarán como una estafeta de maldición a la subsiguiente generación.

En la Biblia encontramos un ejemplo muy claro de esta mala herencia, con el pecado de los hijos de Elí y a su vez el de él como padre (Elí) que fue incapaz de corregirlos con autoridad firme.

1 Samuel 3:11-14

“Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos.

Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin.

Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.

Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas”.

La casa de Elí desde su generación ancestral había sido designada por Jehová como sacerdotes, sin embargo a causa de la iniquidad, vino la muerte de Elí y sus hijos, así como la destitución a la generación futura. (leer 1 de Samuel 2:12-36)

La iniquidad de la casa de Elí fue tan grande ante los ojos de Jehová que afectó toda su generación, ya que entre ellos ya no habría más sacerdotes. Asimismo su iniquidad afectó a toda la nación de Israel, pues a causa de que ellos eran sacerdotes impuros, la presencia de Dios se había alejado de su pueblo, impidiéndoles la victoria en sus batallas.

1 Samuel 4:10-11

“Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie.

Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees.”

Es entonces, la iniquidad un problema que no debemos tomar a la ligera, pues es la raíz de maldad que heredamos y que tuerce la voluntad de Dios en nuestras vidas, asimismo es el constante obstáculo para recibir a plenitud de las bendiciones de Dios.

Como dice el Salmo 32: 3-4

Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.

Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano.

Por mucho tiempo me pregunté, porqué si la voluntad de Dios es buena y perfecta para con sus hijos, la gran mayoría de los cristianos vivimos como dice el salmista en sequedades de verano? Es contradictorio ver cristianos fieles, piadosos y comprometidos en la obra de Dios, que no tienen una vida abundante en bendiciones!!!.

La repuesta a mi pregunta me la dio el Espíritu Santo cuando me llevó a meditar el Salmo 32

Síiii, la voluntad de Dios para nuestras vidas es buena y perfecta, sin embargo mientras la iniquidad no sea desarraigada en nosotros, seguiremos siendo cristianos salvos, pero atados al fracaso, sufriendo dolores intensos con enfermedades crónicas, con desiertos interminables, con deudas que nos ahogan, otros con maldiciones como matrimonios que terminan en divorcios, con hijos desobedientes que abandonan la casa paterna a temprana edad y se alejan del buen camino, en fin cuantas maldiciones vivimos el pueblo de Dios, sin darnos cuenta que es producto de la iniquidad no confesada!!!.

Es verdad que la obra redentora de Jesucristo actuando en nuestra vida nos justifica y nos hace dignos de recibir todas las bendiciones de Dios, sin embargo en nosotros existe el conflicto de las dos simientes: la mala semilla sembrada por el maligno heredada de nuestros padres, que sujeta la carne; y la divina que heredamos de Jesús en el momento que lo recibimos como nuestro Salvador, que nos lleva a vivir por el Espíritu.

Estas dos simientes están en continuo conflicto hasta que una de las dos muera. Será la simiente que más alimentemos la que prevalecerá en nosotros.

Escrito está

Romanos 8:13

Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

¿Has pensado que simiente estás alimentando más?

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Escrito para www.DevocionalDiario.com

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