Un Plato demás – Lady Ruiz

Un Plato Demás…

por Lady Ruíz

un-platoSalí algo apresurada de casa porque debía estar puntualmente en una reunión. Casi ni me despedí de los que habían en casa y eso que pasé por en medio de ellos. Aunque vivimos varios, todos somos de familias diferentes, pues no pertenezco a este lugar y los mismo pasa con los demás, somos de lugares distintos, vivimos bajo un mismo techo pero casi ni nos vemos debido a las múltiples ocupaciones que cada quien tiene.

Pude llegar a la reunión y salí de allí a comer. Después que me sacié de la comida y que sentí tranquilito el estómago, algo sucedió. Al dirigirme a pagar, pagué y resulté pagando un plato demás. Salí con el estómago lleno y un plato más en las manos. Para mis adentros me preguntaba bueno y esto por qué si ya comí. Caminando, pensé: “Señor si es lo que quieres, lo daré al primer necesitado que encuentre en mi camino”. Anhelaba encontrar al señor de gran edad que siempre se acostaba en la esquina de la tienda por la que todos los días debía pasar. Siempre me decía: “algún día le traeré algo, algún día mi plato le daré, algún día, algún día”…

Es raro que un domingo en este lugar no encuentre a nadie en la calle, pues las familias se reúnen en el parque y se ve mucho movimiento e incluso se realizan actividades llamando a toda la comunidad. Los paseos a piscina, el llamado al templo, en fin, el hecho es que mientras transitaba esperando encontrarme a quien siempre veía en la esquina, no lo hallé. Me dije a mi misma: “pues no es la voluntad del Señor, quizá más adelante encuentre a alguien más”. Caminé por seis cuadras esperando hallar a alguien que según yo fuese necesitado y no lo hallé.

Llegué a casa con el plato en la mano, no encontré a nadie, entré a mi cuarto y me encerré, en mi mente me repetía: “¡compré un plato de más, se va a perder!” Una de las muchachas que viven en la casa en la que vivo, tiene por costumbre dejar las llaves encerradas y lo que me incomoda es que muchas veces tengo que salir de mi cuarto a abrirle la puerta. Ese día golpeó e insistió tanto que salí mordiéndome la lengua y creo que ella lo notó, me pidió disculpas y me sentí bastante mal. Muy apenada le dije: “tengo algo para ti”. Entré al cuarto, saqué aquel plato y se lo di. Nunca esperé ver la expresión que ese día vi. No sabía si llorar o salir corriendo; esa mujer lloró y lloró tanto que no le entendía lo que me decía. Me abrazó tan fuerte que casi me deja sin aire, cuando ya se tranquilizó me dijo: “salí a pedirle a Dios ayuda porque hoy no tenía que darle de comer a mis hijas”.

¡Bendito Señor! Me quebranté tanto que sentí vergüenza ante Dios, pues muchas veces tenemos a nuestro lado personas tan necesitadas que poco nos preocupa lo que con ellos suceda. El ser generoso, también hace parte de la vida cristiana, y de ello se nos ha dejado un ejemplo claro desde tiempo atrás. La Biblia relata que había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. (Hechos 9:36).

Discípula, una mujer de Dios, abundante en generosidad, de seguro esta mujer nunca se detuvo a preguntar ¿necesitas algo? ¡No! Yo creo que simplemente daba sin mirar rostros, sin buscar rostros que produjeran piedad, sin buscar para ella quien era necesitado y quién no. Muchas personas que usan corbata, varias veces tienen que salir de casa sin nada en el estomago y en sus bolsillo, el ser generoso no nos lleva a mirar rostros sino a dar sin mirar a quien.

Tabita me inspira a seguir su ejemplo, creo que dentro de cada cristiano debe haber el corazón generosa que tuvo esta mujer valerosa.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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