Sí, Acepto – Osmany Cruz Ferrer

SÍ, ACEPTO

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” (Mr. 12:30a).

No oculto mi entusiasmo cuando hablo de Dios. Ya sea que dialogue con un amigo creyente, o intercambie impresiones con el más reservado detractor de la fe. Lo que él es, me impresiona, y lo que hace, me fascina. Dios es sencillamente despampanante. Me asombra cada día con su amor. Me desconcierta con su misericordia. Me extasía con su gracia.  Él no es alguien distante. No es una deidad escurridiza, que habla en clave, usando complicados acertijos. Dios es tan asequible que cualquiera lo advierte. Es tan cierto que es proclamado, incluso, por los que lo niegan.

Véalo dando instrucciones de salvamento a Noé y quedará impresionado por el Dios de las oportunidades. Mírelo abriendo el mar rojo imponente y  quedará hipnotizado con sus milagros. Fíjese en el foso infestados de leones, y al profeta durmiendo a piernas sueltas entre ellos, y quedará deslumbrado con sus prodigios. Visualice a la tosca cruz y descubra al Hijo de Dios con su espalda hecha colgajos, lleno de heridas y moretones, y comprenda que solo Dios puede amar a ese precio.

Mi regocijo proviene de una experiencia personal indescriptible. Mi canto surge de las vivencias acumuladas, de un día a día disfrutando de la grandeza de Dios. La más elevada poesía no puede describir estos sentimientos, y la más estilizada prosa no llega a una explicación completa. Solo el alma redimida puede dilucidar a Dios, porque él ha construido un templo en ella.

Amo a Dios y no porque la tradición religiosa familiar me lo impuso, ni porque busco conveniencias humanas, ni siquiera porque huyo de un infierno pavoroso. Amo a Dios porque él me amó primero. Me llamó, cambió mi corazón por uno nuevo sin el lastre del poder del pecado, y le dio sentido a mi existencia. Todo a cambio de un sencillo: sí, acepto. Me lo dio todo a cambio de casi nada.

Hoy, soy uno a los millares que han entregado su vida toda a Jesús, y que proclaman sus maravillas. Soy una voz entre muchas. Un candil encendido que busca reflejar la luz de su Salvador. Por eso, si me vez alegre en la adversidad, entiéndeme. No soy quien produce esa felicidad, solo quien la posee por la gracia divina. No estoy fingiendo, en realidad solo vez un poco de lo mucho que hay dentro de un alma que ha experimentado redención. Lo mejor de esta historia es que cualquiera que quiera puede vivir lo mismo, si tan solo dices a Jesús: Sí, acepto.

No te niego que los conflictos a afrontar amenazarán tu fe, tu alegría y tu quietud. No te oculto la existencia de un enemigo sin parangón en la tierra, que hará lo posible para derrotarte. Pero te aseguro que, el Dios que servimos, estará a nuestro favor y en cada jornada comprobaremos sus promesas. Cada tramo del sendero al cielo estará matizado de sus poderosas obras y lo mejor de todo, Dios mismo estará allí, junto a nosotros, en nosotros. Si antaño le dijiste: Sí, acepto. Si le prometiste amor y fidelidad. Entonces mantén tu decisión y satisfecho con lo que Dios es para ti, vive por encima de las tormentas hasta llegar a la eternidad.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.destellodesugloria.org

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