Malabares sobre una cuerda floja – Osmany Cruz Ferrer

Malabares sobre una cuerda floja

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”

(Salmos 90:12)

Acabo de hacer un viaje a Córdoba desde Zaragoza. Setecientos catorce kilómetros en solo tres horas. No, no tengo un Bugatti Veyron, un Ferrari Enzo, o un Porsche 9ff GT9 y mucho menos un tele trasportador al estilo Star Treck. Viajé en tren, un tren de alta velocidad que enlaza las principales ciudades de España y que viaja hasta trescientos kilómetros por hora. Lo que antes se hacía en días, hoy se hace en horas. Un ejemplo más del hombre en su intento de sobreponerse a la tiranía del tiempo, de atisbar en forma infinitesimal lo que podría ser la eternidad.

Vivimos a ritmos vertiginosos nunca antes pensados. La búsqueda de la sensación de prolongar la vida se ha convertido en una obsesión, y la manera de acariciar esta ilusión es a través de la velocidad y el activismo. “Más en menos tiempo”, se suele decir, como si eso le diera sentido a nuestra existencia. Las estadísticas dicen todo lo contrario. Las prisas, y el estrés causado por ellas, precipitan la muerte y propician vidas infelices. Las soluciones humanas otra vez son halladas faltas de cordura y funcionalidad. El activismo desplaza al descanso y la rapidez nos roba los mejores momentos de la vida.

Bajo la bandera de tener un mejor futuro echamos a perder nuestro presente. La consigna de la prisa y el activismo rivaliza con la estabilidad familiar y la sociedad toda. Lo peor de todo, es que nuestro mundo no parece querer hacer algo al respecto. Se saben sin esperanza ante la eternidad y “luchan con garras y dientes” por tener un anticipo falsificado de lo que sería vivir para siempre.

Los creyentes, por su parte, parecen estar contagiándose con tal sistema de cosas. Creen que la cantidad de programas de una iglesia es el indicativo de su espiritualidad, cuando quizás sea todo lo contrario. La iglesia de Jesucristo no se mueve por programas, sino por propósitos. Las familias cristianas pasan cada vez menos tiempo juntas en nombre de un servicio que Dios supuestamente demanda. ¿No será que hemos llegado a ser tan “espirituales” que nos exigimos más de lo que Dios espera de nosotros? ¿Acaso no estaremos emulando con el mundo en cuanto a prisas y activismo, solo que vistiendo ropajes evangélicos? Los que están fuera de la fe lo hacen por hallar una ilusoria sensación de eternidad, pero los que son salvos, ¿por qué viven de esta manera? Tal vez para satisfacer una conciencia culpable, o para llenar un vacío que solo el fruto del Espíritu puede llenar, o para palear cierta tendencia a una baja autoestima. No lo sé, no tengo todas las respuestas, no sé por qué algunos cristianos viven así.

No escribo como quien amonesta, sino como quien persuade. No me veo como un profeta del orden y la sobriedad, sino como un malabarista inexperto que hace lo posible por mantenerse equilibrado sobre la cuerda floja de la vida y el servicio cristiano. Yo también, como Moisés, quiero traer sabiduría a los años que me quedan por vivir y llegar, lo más ileso posible, al otro extremo de la cuerda floja, a la entrada de la patria celestial.

(Filipenses 3:20)

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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