Labradores de almas – Luis Caccia Guerra

Labradores de almas

“Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron.
Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda; mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
Otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dio fruto.
Otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió y creció; y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento”.

Marcos 4:3-8 RVR60

Numerosas veces leí esta parábola. Cierta ocasión escuché en una iglesia un sermón en donde según él, la parte de las semillas que cae fuera de la buena tierra son los malos creyentes…

Tal vez tenga razón, aunque sea en parte y en cierto sentido. Pero habiendo formado parte del liderazgo de esa misma iglesia, no pude dejar de pensar en dónde está la responsabilidad nuestra como líderes, maestros, obreros y en general, ministros de la Palabra, dentro de esta parábola. Por supuesto: este sermón no habló de esto. Y es esta última parte, la de lo que no se dijo, la que me motivó la reflexión que hoy comparto contigo…

Amado hermano:

Somos LABRADORES de ALMAS. El labrador paciente y cuidadosamente prepara la tierra con esmero y con arduo trabajo para que ésta esté en condiciones de recibir la semilla. Pasa literalmente lo que nuestro Amado Señor nos ilustra en su parábola: la semilla que no cae en buena tierra no da fruto, se pierde.

La semilla es la Palabra del Señor. La tierra son las almas de las personas. Desde nuestro trabajo como escritores; desde los grupos de Intercesión con sus oraciones; desde los ministerios de Alabanza y Adoración con una conducción sobria y ordenada; desde Culto & Liturgia con una planificación cuidadosa de cada presentación y orden del culto; aún desde desde Limpieza & Maestranza con un salón limpio y ordenado; y en general desde cada área y ministerio; en cada culto, cada servicio, cada reunión en la casa de un hermano; en nuestra familia, el barrio, el trabajo; debemos ser perfectamente concientes de que con nuestra conducta, servicio y accionar estamos haciendo trabajo de labranza.

No hay conversiones ni semilla de mensaje que llegue a lo profundo del corazón si no hay tierra bien preparada.

Hace unos días hallé en la contratapa de un libro, un pensamiento de Confucio que cierra mi reflexión: “No son las malas hierbas del campo las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campecino”.

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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