La advertencia de un Apóstol – Osmany Cruz Ferrer

LA ADVERTENCIA DE UN APÓSTOL.

“Ten cuidado de ti mismo” (1 Timoteo 4:16).

Frank Tyger escribió: “Tu futuro depende de muchas cosas, pero especialmente de ti mismo”. Tenía razón, al fin y al cabo, la vida es como una larga conversación donde las circunstancias inician el diálogo e intervienen frecuentemente, pero no tienen la última palabra. El apóstol Pablo, sabedor de los desafíos que supone el servicio a Dios, le advierte a su pupilo correctamente acerca del peligro potencial de ser, él mismo, un tropiezo flagrante para la obra del Señor.

Un anciano que vivía en las afueras de la ciudad, recibió la visita de sus dos nietos de la gran urbe, que pasarían el fin de semana en su hermoso chalet en el campo. Mientras dormía la siesta, sus nietecitos untaron sobre su bigote queso Roquefort y esperaron a ver los resultados. Cuando el abuelo se despertó, dijo: Caramba, esta habitación huele mal, así que salió al salón. Al entrar en su espacioso salón expresó: Este salón huele mal. Entonces fue por toda la casa y concluyó que toda la casa olía mal. Finalmente salió al portal, aspiró una gran bocanada de aire y exclamó: ¡El mundo entero huele mal! Aunque todo el problema estaba debajo de su nariz, fue más fácil encontrar la culpa en todo lo demás. Valga este simpático relato para recordarnos la condición corrupta y la percepción subjetiva de la naturaleza humana.  El llamado de Dios siempre versará hacia el autoexamen y la autocrítica, antes de emprender una caza de brujas fantasiosa en contra de los demás.

No creo que ningún creyente nacido de nuevo quiera ser un tropiezo para el reino de Dios, pero el descuido de la virtud cristiana puede llevarnos a cometer los actos más profanos. Es por ello que debemos mantener nuestra vida bajo vigilancia absoluta. Cada pensamiento debe ser evaluado con meticuloso empeño. Cada actitud debe ser tamizada con rigurosa solicitud. Cada palabra debe ser expresada con melindrosa exquisitez. Somos embajadores de Dios y no tenemos derecho a ensuciar esa noble posición espiritual.

Un proverbio judío expresa muy bien lo que venimos diciendo: “Atavíate primero a ti mismo, y adorna después a tu hermano”. Gregorio, uno de los padres de la iglesia expresó, “La mano que trata de limpiar algo, es menester que esté limpia.” Jesús lo dijo aún mejor: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). Necesitamos ser sobreveedores acuciosos de nuestro andar, jueces imparciales de nuestros actos. El apóstol Pedro exhortaría a la iglesia a hacer acopio de la virtud si ya se experimentaba de antemano la fe: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud” (2 Pedro 1:5).

No busquemos mejorar a otros si nosotros mismos estamos haciendo cosas peores. Busquemos la rectitud, procuremos la santidad, obremos con amor y verdad. No seas un obstáculo para ti mismo, o para otros. Las personas han de ver la imagen de Cristo en nuestras vidas y no la grotesca figura del pecado. “Si Cristo está en tu casa –escribió  Bruce H. Wilkinson- tus vecinos pronto lo sabrán”.  Anulemos todo actuar pernicioso, alejémonos de todo espíritu innoble, dejemos de lado todo egoísmo u orgullo. Echemos mano del fruto del Espíritu y seamos de bendición a toda persona para gloria de nuestro Dios. Oigamos la exhortación del apóstol Pablo, sintamos el corazón del Señor.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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