Dios se ha mudado – Osmany Cruz Ferrer

DIOS SE HA MUDADO

 “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”

(2 Corintios 6:16).

No me tome por alguien inmodesto, pero puedo decir con seguridad absoluta que sé mucho sobre mudanzas. Podría, de hecho, montar mi propia empresa. La llamaría: “Mudanzas exprés: Lo hacemos todo por usted.” Me ha tocado mudarme 11 veces hasta ahora y posiblemente para cuando usted termine de leer este artículo ya me habré mudado una vez más (aunque, sinceramente, espero que no).  Estoy familiarizado con los embalajes de cartón, las cintas adhesivas y los rotuladores permanentes. Estoy pensando seriamente en escribir un libro de autoayuda para gente que se muda repetidamente. Lo titularía: ¿Cómo mudarse con frecuencia sin perder la razón en el intento?

Mudarse tiene sus complicaciones. Dejar lo conocido, empezar todo de nuevo, pintar a tu gusto, comprender el nuevo espacio de interiores para la decoración y el acomodo de los muebles. Es simplemente algo que no quieres hacer a menos que estés ganando algo a cambio. Obtener más espacio, por ejemplo. Una mejor ubicación cerca de la familia, o una casa que te acerque al trabajo y te ahorre gastos de desplazamiento. Todas son razones válidas para mudarse y no suenan nada descabelladas.

En la sinuosa senda de las mudanzas he hecho amigos. Algunos de ellos llevan ventaja sobre mí, superando fácilmente mi record de mudanzas. Han sido una especie de mentores inmobiliarios para mí. Aunque los motivos para mudarnos son diversos y difieren unos de los otros, no he encontrado a nadie que se mude para una casa peor que la suya por el solo hecho de darle una oportunidad a la casa. No buscamos una casa desvencijada para invertir esfuerzo, dedicación y los ahorros de toda la vida. La lógica más simple nos grita que hagamos todo lo contrario.

Sin embargo, tengo otro amigo, un amigo muy cercano que solo se ha mudado una vez. Su decisión todavía me desconcierta cuando pienso en ella. Él dejó la opulencia de su habitáculo para vivir en un cuchitril de poca monta. No buscaba mejorar su estatus, conseguir una mejor vista, o impresionar a sus amigos con su nueva casa. Solamente deseaba hermosear, dignificar y salvar lo que estaba en ruinas. Tal actitud tuvo Jesús, cuando llegó a mi corazón.

Venció los azares de la kenosis, Dios se vació de sí mismo para venir al mudo. Sirvió, murió, resucitó, ascendió a los cielos y envió al Consolador a completar el programa de reformas de su nueva residencia: el hombre redimido. Dios se mudó a casas de carne y hueso, moradas tambaleantes y descoloridas. Nuestra otrora maltrecha habitación, ha sido convertida en edificio de Dios: “vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Corintios 3:9). Las ruinas han sido transformadas en palacio porque Dios se mudó, y donde él habita todo se torna en sublime hermosura. “Con Dios todo es grande; sin Dios todo es pequeño” (François René de Chateaubriand).

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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