Y si perezco, ¡Amén! – Osmany Cruz Ferrer

Y SI PEREZCO, ¡AMÉN!

Y-si-perezco

…“y si perezco, que perezca”

(Ester 4:16)

Cuando decidí entregar mi vida a Jesucristo en enero de 1993 toda mi realidad cambió estremecedoramente. Vivía en Cuba, mi país natal, un país donde ser cristiano era ir en contra de la ideología del sistema político. Un sitio donde la fe cristiana era un enemigo más a combatir. Mi propia familia rechazó mi elección y me pedían explicaciones teológicas que yo no sabía dar por aquel entonces. Mi fe pasó por una tempestad larga y horrenda. En el colegio era el rarito, el evangélico tonto que se perdía lo mejor de la vida. Tenía solo catorce años y no pensé que se podía respirar tanta crueldad contra alguien por pensar diferente. Me refugiaba en la lectura de la Biblia y en mis oraciones que solía hacer en el tejado, o encima de la mata de mango que hay en nuestro patio, ya que mi padre no toleraba que orara en casa. Fue en esos días de penurias e incomprensiones que aprendí lo que significa la palabra determinación. Seguir adelante siendo malentendido. Dar otro paso cuando se burlan. Permanecer cuando recibes desaprobación, puede ser un buen entrenamiento para la fe. Una fe que sobrevive a las contradicciones, a la opresión y al odio, siempre será una fe más vigorosa.

Han pasado veinte años desde aquellos primeros días como joven converso. He visto asombrosos milagros desde entonces. Mi familia ha terminado profesando la fe que perseguían. Terminaron vencidos por el Nazareno y la paciente predicación de un joven imberbe. Ya no vivo en Cuba, soy misionero en España donde ya no defiendo mi fe de Fidel Castro, pero sigue mi determinación siendo puesta a prueba por otros formidables adversarios. Sigo teniendo que encarar la incomprensión, pero ahora de otros que también creen, solo que de manera distinta a la mía.  Milito contra la injusticia, la inmoralidad, el desenfreno, la apatía y otros monstruos que engendra el pecado.  Sigo en pie de guerra, otra vez he de ser resuelto, audaz. No hay otra manera de llegar a la meta deseada. Suspiro por aquella patria prometida asfaltada de oro donde no hay llanto, ni dolor. Sigo en el trayecto sin salirme aunque el viento no es favorable.

De nada vale lamentarse por los desafíos amenazadores. De poco sirve amainar la andadura esperando un camino más hecho. Somos guerreros de la voluntad. Con valor sometemos al miedo y a la desesperanza. Basta de lamer viejas heridas. Alejémonos de la auto conmiseración y  luchemos contra nosotros mismos hasta derrotar toda cobardía. Somos osados, esa es nuestra naturaleza conquistadora. Vivir calculando el precio del riesgo por seguir a Jesús es de pusilánimes. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Avancemos en obediencia a lo que Dios nos ha dicho hasta ver el triunfo. Su promesa prevalecerá. Lo que Dios ha dicho será cumplido. Creamos al que no miente, atémonos a sus palabras.

Vea a aquella muchacha, Ester, enfrentando al malvado Asuero, con el valor de un ejército. Mire al pastorcillo incomprendido arrojando una piedra contra el gigante. Deténgase ante aquel pequeño grupo de inexpertos discípulos enfrentando al poderío de Roma y advierta el mensaje. No se trata de mayorías, de fuerza bruta, de talento humano. Es determinarse a honrar lo que Dios ha dicho que somos. Es fijar el rostro en aquellas metas que él ha puesto delante de nosotros. Vivir para otra cosa es perder de vista nuestro destino.

No busquemos realización en los logros, sino en hacer nuestra parte. Perdemos la motivación correcta cuando nos centramos en los resultados. El éxito es hacer lo que debo, aunque no vea lo que quiero. La gloria está en obedecer, en decirle a Dios, sí, heme aquí, envíame. Renunciemos a toda distracción que pretenda encandilar nuestra resolución de fidelidad. Somos tropas de avanzada y no podemos permitirnos el ocio indolente, tenemos que pelear, esa es nuestra misión. Levantemos la bandera de la fe en alto, marchemos tras nuestro adalid que es Cristo el Señor. Hagamos nuestra parte, y si llegáramos a sufrir hasta el martirio por nuestra fe, ¡amén!

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Share

Comparte:


Ahora puedes comentar con tu cuenta de Facebook: