No sé, pero gracias Señor – Osmany Cruz Ferrer

NO SÉ, PERO GRACIAS SEÑOR.

No-se-pero-gracias-Senor

“Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”

(1 Tesalonicenses 5:18)

¿Sabe?, en todos estos años en el evangelio he comprobado que todos los creyentes tenemos sed de saber. No me refiero al conocimiento a nuestro alcance, sea secular o teológico, sino a esa necesidad de saber lo no revelado, lo que Dios se guarda para sí. Dios no sana a alguien y queremos saber por qué. Dios no responde una oración en la manera que pedimos y queremos saber el motivo. Tenemos deudas y no entendemos por qué Dios no pone en nuestros buzones un cheque en blanco. Él es Dios –nos decimos–, él puede hacer cualquier cosa. Pero el Señor no siempre hace lo que suponemos y la inquietud de saber puede robarnos la paz.

¿Qué podemos hacer con estas inquietudes interiores? Le diré antes lo que veo a menudo. Veo cristianos martirizándose con la duda. Absorbidos por preguntas. Paralizados por esos misterios no revelados. No avanzan, están varados en el pasado, en lo que les desconcierta. ¿Será esa la manera en que debemos actuar? Tengo la impresión que no.

Hubo una etapa en mi vida en que le preguntaba con frecuencia a Dios por qué esto, o aquello. Más tarde empecé a preguntar, para qué esto, o para qué aquello. Ambos enfoques resultaron sin fruto. Dios no respondía a mis interrogantes. Me di cuenta que mis preguntas surgían solo cuando lo que pasaba me era fastidioso. Entonces reevalué mi conducta y empecé a ver versículos bíblicos que estaban allí para esas ocasiones de ignorancia y duda. Comprendí que las preguntas por qué o para qué eran casi siempre en vano. Dios quería un poco de confianza. Él quiere que entendamos que él sabe lo que hace y lo que permite. Por eso lo más apropiado es dar gracias, aunque no sé.

Imagine a un neurocirujano en plena operación para separar gemelos siameses de pocos meses de nacidos. Imagine que pide el escarpelo y la enfermera o enfermero le preguntan por qué, o quizás para qué. ¿Piensa usted que esa escena tiene sentido? ¡Claro que no! El neurocirujano sabe lo que hace y el personal que le asiste debe hacer lo que él dice y confiar en él. De igual manera no tiene sentido que ante cada acto o permisión de Dios hagamos preguntas sin cesar. Muchas veces son reclamos que provienen de nuestro dolor y finitud, pero ello no trae reposo al alma.

A la pregunta: ¿Qué podemos hacer con nuestras inquietudes interiores? Solo le aviene una respuesta: ¡Demos gracias al Señor! No es una actitud conformista, sino un acto de fe en el soberano Dios que cuida nuestras vidas. No sabemos muchas cosas, pero debemos creer que Dios está al control. Ignoramos el futuro, pero Dios estará allí. Desconocemos por qué Dios ha permitido ciertas cosas, pero ellas obrarán en nuestro bien a corto, o largo plazo.

La vida tiene muchos enigmas. Algunos de ellos verdaderamente intrigantes. Sin embargo, no estamos aquí como un Sherlock Holmes espiritual cazando pistas de aquí y de allá para entender nuestra existencia. Somos peregrinos, viajeros que enfrentan las más disímiles peripecias en su camino al cielo. No podemos detenernos en cada tropiezo, en cada río peligroso, o en cada enfrentamiento contra fieras. Debemos vivir esas experiencias desde la gratitud y seguir andando.

Hay muchas preguntas en el tintero, demasiadas en ocasiones. Debemos decidir si lidiaremos con ellas, o depositaremos nuestra confianza en Aquel que es omnisapiente y todopoderoso. La opción segunda es la mejor. Nuestra historia, es la historia de Dios. Él está con nosotros y en nosotros. Si en el presente no sabemos todo, esto sí sabemos: Dios está con nosotros, él tiene el control de nuestras vidas. Muy pronto estaremos en su presencia para charlar cara a cara de esas interrogantes que pospusimos. Él nos explicará todo desde su sabiduría infinita. Y mientras ese día llega, aún desde nuestra ignorancia, demos gracias siempre, ese es el deseo de Dios.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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