¿Lastre o bendición? – Osmany Cruz Ferrer

¿LASTRE O BENDICIÓN?

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“Y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos”

(Números 12:15)

Lidiar con la naturaleza humana es algo continuo. Pablo aseveraba que moría cada día: “Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero” (1 Corintios 15:31). Un hombre de su estatura espiritual, que se esforzaba en la gracia de Dios como pocos, le preocupaba ser eliminado por un descuido en su conducta (1 Corintios 9:27). Sus palabras puede que tengan su base teológica en los episodios antiguo testamentarios de hombres y mujeres que erraron en su compromiso y en su servicio por perder de vista a su naturaleza rebelde. Acán fue desobediente y avaro, tomó un botín que Dios había prohibido. Sansón pensó que sus dislates serían pasados por alto. Saúl se rebeló contra Dios por temor al fracaso, llegando a ofrecer sacrificios que no le eran permitidos. Adalides que fallaron y perdieron sus mejores años. Campeones que degradaron de ser bendición para convertirse en un pesado lastre para ellos mismos y para los demás.

En números 12 la Biblia relata un suceso protagonizado por dos hermanos que destacaban hasta ese momento por su devoción y servicio: Aarón y María. Aarón fue designado por Dios como vocero contra Faraón. Fue quien sostuvo los brazos de Moisés junto a Hur en la batalla contra Amalec para que el pueblo prevaleciera. Sin dudas, su testimonio encumbraba el amor al Señor y la lealtad a Moisés. María, por su parte, era conocida por su ministerio profético. Cuando cruzaron el Mar Rojo ella dirigió a las mujeres de Israel en una danza y en un cántico que exaltaba la grandeza de Dios. Todo iba excelente hasta que la envidia encontró en sus corazones el sitio donde poner su tienda de campaña.

Aarón y María hablaron contra Moisés por haber tomado por esposa a una mujer cusita. Esa fue la excusa que encontraron para desacreditarle ante el pueblo, pero el verdadero móvil era la envidia porque Moisés era un líder más visible y más reconocido que ellos.  El texto bíblico habla por sí solo. “Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová” (Números 12:2). La misma crítica inicial era insostenible pues hasta ese momento no estaba prohibido el casamiento con extranjeros, sino hasta después, en la tierra prometida. Existía el prejuicio racial, pero no el mandamiento divino. Luego Dios sí lo ordenaría para evitar la contaminación idolátrica y moral. Del prejuicio, la tradición y del legalismo se vale la envidia para intentar desacreditar a los siervos de Dios.

Lo más duro de todo es que la crítica despiadada no venía de adversarios notorios, sino de sus propios hermanos. Moisés podía esperarse tal comportamiento de un egipcio, pero nunca de su propia sangre. Aún así, la actitud de Moisés es pasiva y no reacciona cuando su propia familia se enoja y solivianta al pueblo. Un modelo para nosotros, si nos tocare pasar por un evento infortunado como este. Es mejor que Dios nos defienda, al fin y al cabo él es un abogado invicto. Nunca ha perdido un caso.

Dios no deja impune a los culpables, sobre todo porque les ama profundamente. Les amonesta con la severidad de un padre afligido y María queda leprosa por ser la incitadora (ello se supone porque en el relato es mencionada María primero y luego Aarón).  Moisés intercede por los infractores y Dios limita el castigo a siete días a María fuera del campamento santo. Siete días donde su pecado retrasó su avance y el de toda una nación. Siete días que parecieron una eternidad por la piel enferma y el corazón dolido. María y Aarón eran guerreros de avanzada, pero se convirtieron en un ancla que detenía el cumplimiento de la promesa de Dios.

A veces no nos damos cuenta cuánto mal puede hacer la desobediencia. No vale ayer haber sido alguien consagrado, debo consagrarme hoy. No puedo vivir de las glorias de los primeros días en que conocí al Señor, debo vivir en un primer amor ahora. No debo creer que mis éxitos me hacen mejor que otros. Cualquier conquista debe producir en mí la humildad de quien es sabedor de su inutilidad. Es mejor estar del lado del que es criticado que criticar. Nunca debemos ser un peso innecesario en la vida de otros. Seamos de bendición. Cantemos, dancemos, sirvamos, sostengamos los brazos de otros y nunca, nunca desprotejamos el corazón.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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