La batalla por no perder la cordura – Osmany Cruz Ferrer

LA BATALLA POR NO PERDER LA CORDURA

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“Escucharé lo que hablará Jehová Dios; porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura”.

(Salmos 85:8)

¿Ha oído la expresión “este es un mundo de locos”?. Yo la he escuchado muchas veces. Cuando cerca de mí se comenta sobre un acto violento e inverosímil escucho la frase. Cuando estalla una nueva guerra en alguna parte del globo terráqueo ahí reaparece el dicho. Cuando las personas actúan con fría y calculada inhumanidad alguien suele sellar el hecho repitiendo: “este es un mundo de locos”. ¿Debemos creer a tal afirmación? Por pesimista que pueda parecer debo decir que sí, que esta expresión muy bien puede denotar el estado actual de un mundo que no parece mejorar. Encienda la televisión, vaya a cualquier canal de noticias y qué ve, locura por todas partes: violaciones, homicidios, extorsiones, robos, enojo, fanatismo religioso, suicidio, pobreza, racismo, y la lista será tan larga que no podrá soportarla toda en un mismo escrito. Es como para volverse loco, ¿no cree?

Millones de personas viven aterrorizadas por gobiernos autocráticos y dictatoriales. Otras tantas sufren fobias provocadas por su evaluación del caótico estado de cosas del mundo que conocen. Los psicofármacos se venden mejor que la Coca cola y las hamburguesas McDonald. La desconfianza y el egoísmo es el estilo de vida en las grandes junglas de asfalto en que viven la mayoría de los humanos. Los códigos éticos son obviados una y otra vez. La tierra es un gigantesco manicomio donde la cordura normalmente no es bienvenida.

No son tiempos nuevos, esto no es cosa del siglo XXI solamente. El sabio Salomón escribió: ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). El mundo no ha mejorado desde la caída de la raza humana. El pecado abrió las puertas a la irracionalidad y lo perverso. El mundo ha progresado en lo científico, pero no en lo moral. Hemos encontrado la vacuna contra la poliomielitis, pero no se ha podido erradicar el odio. Hemos acabado con la viruela, pero siguen por millares los asesinatos. La pandemia del pecado se extiende incontrolablemente como la ceguera blanca relatada en el libro de ficción de José Saramago, Ensayo de la ceguera. Parece no haber cura, pero la hay, aunque sabemos que el mundo en su mayoría la rechazó antes y la rechaza ahora. El remedio es Jesús.

Parece una respuesta hecha, una frase aprendida, o quizá una solución tonta, pero no lo es. Pasó lo mismo cuando el doctor Semmelweis propuso en 1846 que los doctores y asistentes a los partos se lavaran las manos antes de entrar a la sala para asistir a un nacimiento. Semmelweis aseguraba que este sencillo acto evitaría miles de muertes posparto a causa de la sepsis puerperal. El médico húngaro fue despedido y la comunidad científica de su tiempo no le creyó. Murió en la pobreza a la temprana edad de 47 años. Dos décadas después, Pasteur demostraría la existencia de los microbios y Josep Lister extendería la práctica quirúrgica higiénica al resto de las especialidades médicas. La solución tan sencilla de Semmelweis les pareció estúpida a los intelectuales y académicos de su tiempo, pero de hacerle caso hubieran salvado a millones.

Escribo este artículo para creyentes porque se espera que en un mundo sumido en la locura ellos actúen coherentemente a lo que son. Por lo menos Dios espera eso de ellos. Me temo, sin embargo, que muchas veces los cantos de sirena del mundo están distrayendo a la iglesia, a una buena parte de ella, de su cometido de esparcir salvación y sanidad a través de su predicación y testimonio. Si prestamos nuestros oídos demasiado tiempo a las voces de la incredulidad, el miedo, la duda, el odio, la inmoralidad y el fanatismo terminaremos padeciendo de la locura que pretendemos combatir. Escuchemos al Señor y a lo que él tiene que decirnos a través de su Palabra y así prevendremos toda contaminación que inutilice nuestra misión. Hay que estar sano para ser eficaces en sanar a otros. Dios hablará paz a su pueblo y nosotros podremos repetir su mensaje al mundo desde la ecuanimidad de una salvación tan grande.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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