La alerta de un Padre – Osmany Cruz Ferrer

LA ALERTA DE UN PADRE

“Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas”

(Proverbios 1:10)

Un timador es aquel que te promete algo que no te puede dar a cambio de algo que él quiere de ti. Victor Lustig, por ejemplo, le vendió fraudulentamente la Torre Eifel en 1925 a un empresario llamado André Poisson. Este es uno de los timos más grandes de la historia, donde la víctima pagó con creces su confianza desproporcionada en un desconocido. La lista de estafadores célebres es larga: Charles Ponzi; Steven Jay Russell, George C. Parker y Marc Dreier Stuart son solo algunos de los más conocidos. Me inquieta la frialdad y deshumanización con las que cometieron sus actos, y más aún, me asombra la candidez de los que se dejaron llevar a la ruina por estos trúhanes. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, a cada víctima le pareció sospechoso algo de lo que dijo, o hizo el convidante, pero ignoraron su instinto emocionados por lo que podían conseguir.

Salomón es un lobo viejo, conoce la naturaleza humana y los entresijos malvados que se cuecen en los corazones de algunas personas. Aconseja sabiamente, probablemente desde su experiencia. La clave está en no confiar en quien, siendo una persona de mal proceder, te propone que te asocies con él amistosamente. No importa cuán atractiva sea la oferta, la asociación con personas de mala conducta, te conducirá tarde o temprano, a practicar esas mismas cosas. Estar avisados de la posibilidad de ser timados, nos hace responsable de ser juicioso en la elección de nuestras amistades y en las decisiones que tomamos al respecto.

El murmurador querrá que murmures, el mentiroso querrá que mientas, el adúltero te convidará a serlo, nadie puede llevarte a una condición en la que él mismo no está. El pecador querrá que lo seas, así funciona la naturaleza de los malos. Por una parte, no podemos evitar que los malvados sean lo que han elegido ser, pero sí podemos decidir cómo nos relacionaremos con ellos. Hay que tener un código inamovible en cuanto a las relaciones interpersonales y el primer protocolo de ese código ha de ser no claudicar en nuestra entereza cristiana por nada ni por nadie. Si viniera el timador a buscar nuestro asentimiento a su mala praxis debemos ser categóricos en denunciar lo mal hecho. No se puede coquetear con el fuego y no chamuscarse las manos.

La contraparte de este consejo salomónico es obvia; debemos buscar asociaciones productivas, relacionarnos con personas con grandes valores, gente que viva en apego a la virtud. El que dice la verdad te invitará a decirla, el que es gentil te dirá que lo seas, el bondadoso te inspirará a la bondad, así funciona la naturaleza de los justos. El acto mismo de rechazar la invitación del pecador te acercará a la senda de los que hacen el bien. Cada decisión que tomamos tiene una consecuencia. Se necesita mucha sobriedad para que no nos hallen desapercibidos los timadores de almas.

Salomón escribe como el padre que persuade al hijo querido, porque si algo suele sucederle al muchacho inexperto es que no puede ver tanto como aquel que ya ha vivido mucho. La ingenuidad puede tendernos una trampa, por eso, fiarse del criterio de los que nos aman y ya han transitado el sendero por el cual andamos ahora, será una excelente decisión. Tengo que admitir que, gracias al consejo de mis mayores, hoy no tengo que lamentar decisiones que me hubieran arruinado la vida veinte años atrás. Oír al padre amante, a la madre preocupada, al amigo sincero es una fortaleza inexpugnable contra falseadores. “Más digno de confianza es el amigo que hiere, que el enemigo que besa” (Proverbios 27:6 PDT).

Los infames están por todas partes, los tramposos, los codiciosos, los mentirosos, los que practican con deleite toda clase de maldades. No hay tal cosa como una purga mundial para rufianes, no de momento, pero pueden ser refrenados en buena medida mediante una conducta justa por parte de aquellos que tienen el temor de Dios como código de virtud.

Si hacemos caso del consejo del proverbista sacro, estaremos a salvo de aquellos que nos ofrecen lo que no pueden darnos y que nos quitan nuestro mayor bien: nuestra integridad

Escrito por: Osmany Cruz Ferrer

Para www.devocionaldiario.com

 

 

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