Esto es solo la mitad – Osmany Cruz Ferrer

ESTO ES SOLO LA MITAD

Me gusta viajar. Ahora mismo escribo desde un tren de alta velocidad que se traslada a casi 300 km/h desde el sur de España hasta Tarragona, al noroeste, donde se piensa que el apóstol Pablo estuvo en el siglo I. Disfruto mucho conocer lugares, personas, tener nuevas experiencias. De pequeño, Marco Polo fue uno de mis personajes favoritos. Hizo un viaje de 24 años desde su Venecia natal, pasando por Armenia, Persia, Afganistán hasta llegar a la China. En su lecho de muerte le pidieron que dijera la verdad acerca de sus viajes, le inquirieron para que revelara si eran ciertas todas esas maravillas que contaba, a lo que el veneciano respondió: “Créanme, solo les he contado la mitad de todo lo que he visto”. Era un viajero nato, como lo fue su tío Mateo y Nicoló, su padre. Había decidido ser un trotamundos y lo fue. Hoy, agencias de viaje y aerolíneas llevan su nombre como insignia.

Los viajes tienen también su lado menos agradable. Las esperas en aeropuertos y estaciones. La calefacción demasiada alta, lo que puede resultar muy útil para hacer pollo rostizado. Los controles de seguridad pueden quitarle el gozo a más de uno, y ni se diga si te toca un compañero de asientos con manías extravagantes, o que le huelen los pies, o habla sin parar y solo te permite apenas asentir parsimoniosamente con la cabeza como única posible intervención. Perdona si digo estas cosas, pero pasa todo el tiempo. ¿Recuerdas que te conté que me gusta viajar?, pero estos eventos asociados a la travesía no me gustan. Prefiero mejor mirar los pintorescos paisajes por la ventanilla. Oír mi música favorita, o intercambiar impresiones con personas agradables.

Lo que más disfruto es viajar con mi familia. La charla exquisita de mi esposa, la algarabía de las niñas. El asombro de todos ante lo nuevo. Qué placentera la travesía y que dicha la que experimento, pero no siempre podemos viajar así. A veces los viajes de cierta naturaleza (reuniones, compromisos de trabajo y otros eventos) exigen que los realice solo. Sin embargo, he aprendido a encontrar propósito y sentido también en estos viajes que me son más frecuentes de lo que quisiera.

Hablando de viajes, no solo me dirijo a un destino terrenal en este momento. En realidad, hace dos décadas comencé un viaje que no ha terminado. Es un viaje espiritual cuyo destino es la patria eterna. No siempre han sido grata las experiencias, aunque en más de los casos sí. He hecho esta travesía solo muchas veces, pero nada disfruto más que hacerlo en compañía de mi familia. A veces un caminante indeseable me intenta distraer para que no disfrute del paisaje. Confieso que me he perdido fantásticas vistas porque, en ocasiones, he estado demasiado pendiente de los demás que viajan, y no me he concentrado lo suficiente en mi propio viaje. He aprendido significativas lecciones que intentaré aplicar en lo adelante.

¡Qué hermosas vistas he degustado! ¡Qué exóticos parajes he transitado! ¡Cuántas experiencias inenarrables he vivido! He saciado mi sed en oasis de paz. He sido servido por ángeles. He caminado sobre las aguas de la mano de Jesús. En respirado el aire de la libertad en Cristo. ¡Cuántas anécdotas felices y cuántos sucesos indescriptibles a mi paso en este bello peregrinar con Dios! Si crees que lo que cuento es mucho, déjame decirte que no te he dicho siquiera la mitad.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com  

 

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