Cuando Dios guarda silencio – Osmany Cruz Ferrer

CUANDO DIOS GUARDA SILENCIO

 “Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto”

(Salmos 83:1)

Oyó el llamado de Dios en forma incuestionable, vio visiones, recibió promesas extraordinarias de boca del mismo Dios y luego, el silencio. Pasarían 27 años hasta ver la promesa cumplida. Abraham, al fin, oiría el gorjear de un hijo con Sara, el hijo de una promesa Divina que ya tenía casi tres décadas de haber sido hecha. El silencio fue lo peor, el no saber el tiempo exacto, porque “la esperanza que se demora es tormento del corazón” (Proverbios 13:12).

…Soñó que las estrellas, la luna y el sol se postraban a sus pies y fue juzgado por aquel sueño que ni siquiera entendía. Dios tenía un futuro extraordinario para el joven de la túnica de colores, pero pasarían doce años antes de que los planes de Dios se llevaran a feliz efecto. Fueron años de duro silencio, en los que José sufrió la incomprensión, el odio de los demás, la injusticia, la mentira y el abandono. Al final, el soñador de sueños se convertiría en primer ministro de Egipto, y el mundo entero se inclinaría ante su gobierno y sabiduría.

…Un tal Samuel lo mandó a buscar de detrás de las ovejas. Lo esperaba con un cuerno de aceite y con todo el gremio familiar reunido. Le pediría que se pusiera de rodillas y le ungiría por rey de la nación de Israel. David mataría a un gigante, otorgaría victorias formidables a su rey, pero su éxito despertaría el odio, la envidia y el descontento de su monarca, quien era también su suegro. Una docena de años huyendo era mucho. Años de destierro en los que la desazón por la lejanía del hogar y el esfuerzo por mantener la fe fueron la base de muchos Salmos sinceros.

La gran pregunta ¿Por qué Dios hace silencio? la hacemos una y otra vez cuando nos falta el reposo, la salud, la economía. Una pregunta que indirecta o directamente culpa a Dios por no estar haciendo bien su trabajo, pero ¿estamos interpretando bien los hechos a nuestro alrededor? Cuando estudio la Biblia me doy cuenta que Dios ha guardado silencio en muchas ocasiones. Guardó silencio con Abraham, con José, con David, pero siempre lo hizo después de haberles hablado. ¿Interesante verdad? Dios no estuvo lejos de ellos, solo que no les repitió todo el tiempo lo que ya les había dicho. Estaba dando tiempo a que la fe surgiera, a que la esperanza brotara, para que cuando llegara el cumplimiento, el regocijo fuera desbordante.

Dios guarda silencio porque ya ha hablado, ya ha dado su sentencia. Si falta la economía el ha hecho promesas de provisión. Si llega el temor, el prometió su paz, si nos visita el indeseado pesar, el nos prometió su gozo. ¡Dios ha hablado! Su Palabra es nuestro sustento, nuestra roca de socorro. No te quejes por el silencio de Dios, porque al hacerlo, estás olvidando que él es fiel para cumplir lo que te ha prometido. Como el salmista a veces me encuentro repitiendo sus palabras: “Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto” (Salmos 83:1). Me imagino que silencio es abandono. Supongo neciamente que si me dice otra vez lo que me dijo antes, hará Su promesa más firme y en ello me equivoco. Soy como un párvulo, no comprendo su dignidad y desconfío sin quererlo del todo de su fiabilidad inmutable. Cuando me concentro en mi, y en lo que siento me puede ocurrir ese tipo de cosas.

Los silencios de Dios son como los silencios en las piezas musicales, le dan belleza y armonía a la obra cuando los aprecias en su conjunto. Si percibes el silencio de Dios y si ello llega a incomodarte, o a preocuparte, piensa en su fidelidad. Afírmate en su inmutable carácter y regocíjate en sus infalibles promesas. En esas mismas promesas que ya te hizo, y que será fiel en cumplirlas a su debido tiempo.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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