Un ministerio de honra para Jesucristo – Marisela Ocampo O.

Un ministerio de honra para Jesucristo

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Cuando hemos tenido el gran privilegio de ser encontrados por nuestro Señor Jesucristo y alcanzados por su bendita gracia, empezamos a sentir la necesidad de servirle apasionadamente para que otros también puedan disfrutar de la dicha eterna de estar en su divina presencia; queremos que todas las personas que se encuentran a nuestro alrededor conozcan la Buena Noticia y al igual que nosotros sean perdonados, liberados de sus pecados y por su puesto reconciliados con nuestro Padre Celestial. Sin embargo, algunas personas que se han rendido a los pies de Cristo, piensan que la manera de servirle se limita a la participación en obras ministeriales constituidas en las congregaciones cristianas, que si bien es cierto no es algo malo, sólo que a la mayoría de estas personas se les olvida el principal ministerio por el que le rendirán cuentas a Dios “la familia”.

Considero que la familia (el esposo, la esposa y los hijos) es el ministerio más importante y de mayor responsabilidad delante de los ojos de Dios, “un ministerio de honra para Jesucristo”; en mi caso por ejemplo, creo que mi esposo me brinda a cada instante la oportunidad de exaltar y glorificar el nombre de nuestro amado Salvador. Cada circunstancia que el Señor me permite experimentar al lado de mi amado esposo se convierte en el entrenamiento ideal para que mi carácter sea moldeado y transformado según el modelo de Cristo. Lamentablemente, algunas personas piensan y hacen lo contrario, creen que el ministerio principal del que deben ocuparse no es su familia sino aquellas obras que para ellos tienen supuestamente mayor valor, y sí son de valor, siempre y cuando estas obras estén alineadas a la voluntad de Dios y se hagan con la única motivación de obedecer sus tiempos y sus propósitos, entre ellas: la predicación, la consejería y en general la participación en los diferentes ministerios que se constituyen dentro de una congregación cristiana, etc. Lo triste es que no todas las personas se entregan para el servicio a Cristo de manera genuina, con una convicción santa y justa; en ocasiones, encontramos personas que tienen como única intensión destacarse y ganarse el reconocimiento de quienes les rodean, incluso pueden usar un lenguaje muy espiritual y demostrar una vida muy piadosa, pero a la hora de la verdad, el propósito por el que obran de la manera en que lo hacen es netamente egoísta y egocéntrico y totalmente alejado de la voluntad del Señor. Estas personas se caracterizan porque lo que demuestran ser en un púlpito o en el lugar de congregación, no tiene nada que ver con la forma en que viven dentro de sus hogares, como dicen por ahí “predican pero no aplican”, algo que va en total desacuerdo a los designios de Dios.

Que el Señor nos conceda su misericordia y su favor y nos permita comprender la importancia de ser servidores de Cristo primeramente dentro de nuestros hogares, que cada miembro de nuestra familia sea la oportunidad perfecta para demostrar el amor, la bondad, la justicia y la santidad de Dios; que Cristo Jesús sea glorificado primeramente en nuestra familia para que cuando vayamos afuera su nombre sea de igual manera exaltado debido a la clara manifestación de vida que tenemos en Él.

Asegurémonos de que las obras que llevamos a cabo sean verdaderamente obras guiadas por el poder del Espíritu y no obras guiadas por el poder de la carne, obras muertas que no serán de edificación espiritual en Cristo Jesús porque no están sujetas a los propósitos del Señor; reconozcamos si más bien son obras llenas de codicia, orgullo, vanidad y ambición, etc. obras que agradan a la carne y no al Espíritu de Dios. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu”. Romanos 8:5 (Nueva Biblia al Día).

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?”  Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”.

Mateo 7:21-23 (NBD).

“No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe”.

Gálatas 6:7-10 (NBD).

¡Si buscamos agradar a Dios antes que a los hombres obedezcamos sus mandatos, poniéndolos por obra en primer lugar dentro del hogar… no seamos hipócritas!

Por: Marisela Ocampo O.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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