Necesitamos permanecer en Cristo para no pecar – Marisela Ocampo Otálvaro

Necesitamos permanecer en Cristo para no pecar

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Uno de los principales frutos, resultado de la salvación que Dios nuestro Padre nos concede gratuitamente por medio de su Hijo Jesús, es la santidad, y es innegable que después de recibir tan preciado regalo “la salvación”, nuestro mayor deseo es vivir en rectitud y justicia conforme la imagen justa y santa de nuestro Salvador y Redentor.

Lo irónico es que en ocasiones, cuando menos queremos pecar, más fácil pecamos. Razón tenía el Apóstol Pablo cuando decía: “Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago”. Romanos 7:15,19 (Nueva Traducción Viviente). Es frustrante cuando queremos hacer lo correcto delante de Dios y terminamos haciendo todo lo contrario. “He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal.  Amo la ley de Dios con todo mi corazón,  pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí”. Romanos 7:21-23 (Nueva Traducción Viviente).  

No debe ser nada extraño para nosotros saber que venimos cargando desde que nacimos con una naturaleza totalmente ajena a Dios, una naturaleza pecaminosa que fácilmente se deja llevar por la tentación que surge de la propia concupiscencia de nuestro corazón. “Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre”. Salmo 51:5 (Nueva Traducción Viviente). “La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte”. Santiago 1:14-15 (Nueva Traducción Viviente). “Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí”. Romanos 7:16-17 (Nueva Traducción Viviente).

Sin embargo, es imposible que sigamos en el mismo estado de pecaminosidad cuando fuimos rescatados por Jesucristo. Debemos pedirle al Señor que nos examine y nos revele por medio de su palabra si verdaderamente estamos viviendo en el Espíritu o seguimos dándole prioridad al pecado. “Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu”. Romanos 8:5 (Nueva Traducción Viviente). La palabra de Dios es clara y como pueden ver, nunca vamos a dejar de pecar en nuestras propias fuerzas, necesitamos ser controlados por el Espíritu Santo, “necesitamos permanecer en Cristo para no pecar”. “Ya que han oído sobre Jesús y han conocido la verdad que procede de Él, desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes.  Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo”.  Efesios 4:21-24 (Nueva Traducción Viviente).

Si bien es cierto, somos responsables de pecar y podemos elegir no hacerlo pero esa capacidad no proviene de nosotros sino del Señor; es decir, solo en Cristo Jesús podemos resistir al pecado. Dios es quien coloca tanto el querer como el hacer en nosotros para apartarnos del mal; nuestra responsabilidad como hijos suyos, nacidos de nuevo, radica en reconocer la necesidad que tenemos de permanecer en su Hijo Jesús y en su palabra, de buscar su rostro constantemente y clamar para que haga en nosotros su perfecta voluntad. Es necesario que Él nos cambie, nos revista de su naturaleza divina, nos libre del mal y nos fortalezca para no caer en la tentación de pecar. “¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado”. Romanos 7:24-25 (Nueva Traducción Viviente). Padre nuestro que estás en el cielo… “No permitas que cedamos ante la tentación, sino rescátanos del maligno”. Mateo 6:13 (Nueva Traducción Viviente).

En nuestra antigua manera de vivir éramos libres para pecar, ahora tenemos el gozo de vivir como esclavos para Cristo; antes éramos libres para destrucción, ahora somos libres para vida eterna en Jesucristo nuestro Señor. Dios nos ha liberado de la esclavitud del pecado por medio de su Amado Hijo, ya no somos esclavos del pecado, somos libres por y para Jesús, en quien debemos poner nuestros ojos, en quien debemos permanecer enraizados para que cada día seamos transformados hasta ser perfeccionados conforme su carácter. Permanezcan en mí, y Yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí. Ciertamente, Yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y Yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada”. Juan 15:5 (Nueva Traducción Viviente).

Pidamos a Dios que tenga compasión de nosotros, que nos dé convicción de pecado, justicia y juicio cada vez que estemos frente a la tentación, que coloque en nosotros repudio por el pecado, que nos dé temor de Él y discernimiento para hacer siempre lo correcto delante de sus ojos. Mientras tanto, obedezcamos su instrucción, leamos y meditemos en su palabra de día y de noche. Que el poder de su Santo Espíritu haga que su palabra penetre en lo más profundo de nuestro ser y seamos cambiados por Él; entonces, daremos fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno para gloria y alabanza de su bendito nombre.

“Queridos amigos, siempre siguieron mis instrucciones cuando estaba con ustedes; y ahora que estoy lejos, es aún más importante que lo hagan. Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor. Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a Él le agrada”.

Filipenses 2:12-13 (Nueva Traducción Viviente).

¡Señor Jesús, revístenos de tu justicia y santidad, por amor de tu nombre. Amén!

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro

Escrito para www.devocionaldiario.com

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