La promesa de Dios – Marisela Ocampo Otálvaro

La promesa de Dios

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El Señor le dijo a Abraham: Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra! No temas porque yo te protegeré y tu recompensa será grande. Abraham le respondió: Oh Señor Soberano, ¿de qué sirven todas tus bendiciones si ni siquiera tengo un hijo? Ya que tú no me has dado hijos, Eliezer de Damasco, un siervo de los de mi casa, heredará toda mi riqueza. Tú no me has dado descendientes propios, así que uno de mis siervos será mi heredero. Después el Señor le dijo: No, tu siervo no será tu heredero, porque tendrás un hijo propio, quien será tu heredero. Entonces el Señor llevó a Abraham afuera y le dijo: Mira al cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. ¡Ese es el número de descendientes que tendrás! (Génesis 12:1-3, 15:1-5).

Fue por la fe que Sara pudo tener un hijo a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Abraham y ella creyeron en la promesa de Dios y su hijo Isaac nació; el nacimiento de este hijo fue la manera en que Dios cumplió su promesa pues de la descendencia de Abraham nació David y de la descendencia de David, el Salvador y Redentor de la humanidad “Jesucristo” unigénito y heredero del Padre Celestial (Mateo 1:1-17), en quien somos coherederos de la promesa de ser llamados hijos de Dios y de la tierra prometida que es la patria celestial, sólo por fe y por gracia, sin añadidura alguna. (Juan 1:12, Gálatas 4:23, Efesios 1:1-14 y Hebreos 11:16) esta es la promesa de Dios para nosotros.

Por Dios a Abraham fueron hechas las promesas y a su descendencia. No dice: «Y a los descendientes», como si hablara de muchos, sino como de uno: «Y a tu descendencia», la cual es Cristo.  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa,  porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa que es por fe y por gracia. (Gálatas 3:16-18).

“Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara sólo hasta la llegada del Hijo prometido (la descendencia, que es Jesucristo)”. (Gálatas 3:19-22 NTV). Es decir, la ley era una añadidura para participar de la gloria de Dios; sin embargo, la ley nunca ha salvado ni salvará a alguien, la salvación siempre ha sido y será por fe y por gracia.

De igual manera, la ley nos sirve en este momento solamente para mostrarnos nuestros pecados, para que recordemos nuestra condición pecaminosa delante de Dios; no para hacernos justos tratando de cumplirla pues nunca seremos justos por la ley debido a nuestra incapacidad para cumplirla, y si esto fuera posible nuestra salvación no sería por fe sino por obras y por obras nadie ve al Padre, estaríamos negando e invalidando lo que hizo Jesús en la cruz. Solo podemos ser justificados por medio de Cristo Jesús nuestro Señor.

Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estábamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por así decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la fe. Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe. Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora, pues somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús y todos los que hemos sido unidos a Cristo en el bautismo nos hemos puesto a Cristo como si nos pusiéramos ropa nueva. Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús. Y como pertenecemos a Cristo Jesús, somos verdaderos hijos de Abraham, somos sus herederos, por lo tanto la promesa de Dios a Abraham también nos pertenece a nosotros por fe y por gracia. (Gálatas 3:23-29).

Lo anterior no quiere decir que estamos en libertad de pecar porque ya no estamos obligados a cumplir con la ley; obviamente no, pues aquel que no viva en santidad no podrá ver el reino de los cielos, pero eso sí, podemos ser santos solamente en Cristo Jesús. Podemos acceder a las promesas de Dios no por nuestros propios esfuerzos como el caso de Ismael hijo de la esclava Agar, que aunque fue el primer hijo de Abraham no era el hijo de la promesa, sólo podemos acceder a la herencia de Dios por fe y por gracia según el cumplimiento de su promesa en Cristo Jesús. Así que, todo aquel que vive verdaderamente en Cristo Jesús, nueva criatura es, su propósito diario es ser bueno, justo y santo como lo es Él.

Ahora bien, muchas personas suelen confundirse con este versículo (Mateo 5:17) “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Cuando Jesucristo dijo esto, hizo referencia precisamente al cumplimiento de la promesa, pues solo Él siendo Santo, es el único que ha podido cumplir con la ley, y por Él mismo nosotros fuimos liberados de la ley, porque morimos a ella y ya no estamos presos de su poder. Ahora podemos servir a Dios, no según el antiguo modo que consistía en obedecer la letra de la ley, sino mediante uno nuevo, el de vivir en el Espíritu, (Romanos 7:6 NTV).

Jesucristo, una vez clavado en la cruz, con el derramamiento de su sangre dio cumplimiento a la promesa de Dios y abolió/anuló el Antiguo Pacto con su ley (imperfecto y obsoleto, Hebreos 7:18-19, 8:13) y entró en vigencia el Nuevo Pacto, promesa de la herencia eterna de la salvación por medio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por el único por quien todos podemos ser salvos y participar de la gloria de Dios. El sacrificio que Jesús hizo en la cruz anula el primer pacto para que el segundo entre en vigencia. Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre. (Hebreos 10:1-10).

Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados  y anular la deudaque teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa clavándola en la cruz. (Colosenses 2:13-14).

En Mateo 5:18 (DHH) también dice Jesús: “Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, HASTA QUE TODO LLEGUE A SU CUMPLIMIENTO”.Este cumplimiento ya se dio en la cruz:Jesús bebió el vino agrio, y dijo, TODO ESTÁ CUMPLIDO. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu”. (Juan 19:30 DHH).

Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley. (Gálatas 5:1 NTV).

Hay que tener en cuenta que una cosa es la ley y otra los profetas, muchas de las profecías tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento no se han cumplido y esto es, porque falta la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, la palabra de Dios sigue y seguirá siendo útil para enseñar y exhortar, para corregir y educar en una vida de rectitud para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien. (2 Timoteo 3:16).

Amigo(a); el reino de Dios se ha acercado, arrepiéntete de todos tus pecados, confiesa a Jesucristo como tu Señor y Salvador, apártate del mal y busca ser santo como lo es Él.

¡Solo en Cristo Jesús se alcanza la promesa de Dios,  no hay otro camino, la fe y la gracia no requiere de añadiduras… las obras que hacemos ya no son por obligación, por cumplir con la ley; sino por el amor y la fe que tenemos en Él, nuestro Salvador!

 

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro

Escrito para www.devocionaldiario.com

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