Jesucristo me perdonó y me restauró – Marisela Ocampo Otálvaro

Jesucristo me perdonó y me restauró

EL ME PERDONO

Hace cuatro años, el Señor por pura gracia y misericordia me dio el privilegio de empezar a conocerlo. Todavía recuerdo la vida que llevaba y me avergüenza el hecho de haberlo ofendido de tantas maneras.

Me mofaba de conocerlo, lo proclamaba con mis labios, iba a la iglesia, “oraba” y supuestamente en Él creía y a Él le servía; sin embargo, todo era nada más que una pantalla y una mentira, llevaba una doble vida de la cual pronto el Señor Jesús me liberó. A pesar de todos mis horribles pecados el Señor quiso tener misericordia de mí; me miró, me extendió su mano y me sacó de la oscuridad en la que estaba inmersa, “Jesucristo me perdonó y me restauró”.

No puedo decir que ahora soy perfecta, si digo que no tengo nada que cambiar sería una total mentirosa, lo que sí puedo decir es que Dios me perfecciona todos los días en Cristo Jesús, en Él mi vida cobra valor y sentido, Él es mi luz, mi fuerza y mi salvación. A veces su trato duele y mucho, lo bueno es que cada dolor vale la pena porque cada experiencia me permite conocerle mejor.

Cuando el Señor me hizo reconocer cuánto le había fallado, cuánto daño había hecho a otras personas y cuánto daño me estaba haciendo a mí misma por causa del pecado, no pude más que postrarme ante su trono y arrepentida pedirle perdón por toda la maldad de mi corazón. Estaba llena de odio y resentimiento, ¡tenía tanto dolor y tanta amargura!… Dios ha sido fiel y nunca podría recompensar alguna de las bendiciones maravillosas que ha derramado sobre mi vida, aún desde antes de Él haberme permitido conocerle por medio de su Hijo Jesucristo. Aunque le he sido infiel, Él siempre ha permanecido fiel.

Hoy quiero que sepas que la misericordia de Dios es tan grande que no hay pecado que Él no pueda perdonar si sinceramente te arrepientes delante de Él, fue tanto su amor por el mundo que envió a su Hijo Jesucristo para que muriera en lugar de nosotros en esa cruz, por medio de Él podemos ser perdonados y reconciliados con el Padre, por medio de Jesucristo podemos tener una nueva vida, una verdadera vida. No te dejes engañar con los placeres y las mentiras que ofrece este mundo a través de la fama, el reconocimiento, la vanidad, el dinero o el poder; no hay nada que se pueda comparar con la gracia que da Jesucristo para permanecer en la presencia de Dios. No hay nada más importante y más valioso que conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, deleitarte en la gloria de Dios es la mayor bendición que puedes tener.

Sólo me queda decirle a Dios, gracias, gracias por su invaluable bondad, es indescriptible la manera en que nos ama y se apiada de nosotros. Sólo sé que el regalo de poder arrepentirnos de corazón por nuestros pecados y recibir su perdón por la gracia y la fe que nos concede en Cristo Jesús, es lo más maravilloso que he podido experimentar. No merezco nada del Señor y Él todo me lo da porque es demasiado bueno y generoso.

Hermanos(as) vivamos diariamente en un profundo arrepentimiento por nuestros pecados, busquemos el rostro de Dios por medio de su verdad, dejemos de llevar una doble vida y vivamos según su palabra.

No puede haber comunión entre la luz y la oscuridad, no digas que amas a Dios si todavía te sigue gustando pecar, Él es santo, Él no puede habitar en un corazón lleno de perversidad. Pídele perdón donde quiera que estés, arrodíllate y humíllate delante de su presencia; dile que tenga misericordia de ti y te ayude a vivir como Él quiere que lo hagas en Cristo Jesús.

El Señor es grande, a mí me perdonó sin merecerlo, sólo podía recibir de su parte la condenación pero Él tuvo compasión, lo mismo hará contigo porque su amor es inagotable.

“Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados. Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen. Contra ti y sólo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo. Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre. Pero tú deseas honradez desde el vientre y aun allí me enseñas sabiduría”.

Salmo 51:1-6 (Nueva Traducción Viviente).

¡Demos gloria al nombre que es sobre todo nombre, a Cristo Jesús, el Salvador de los pecadores, el Señor de los que aman la justicia y la verdad!

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro

Escrito para www.devocionaldiario.com

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