Por el buen servicio – Luis Caccia Guerra

Por el buen servicio

Cierto rey hizo descargar una montaña de piedras en medio de uno de los principales caminos hacia el castillo. Los más pudientes, los jefes, e inclusive algunos funcionarios de la corte, tomaron otra ruta o tuvieron que rodear el camino con todas las incomodidades que ello implica. Airadas quejas contra el rey se dejaron oír aquél día por no tener los caminos en condiciones, pero lo cierto, es que ninguno hizo nada por retirar tan sólo una piedra del camino. Quejas y protestas, murmuraciones y comentarios; muchos. Acciones concretas, ninguna.

Hasta que vino un humilde hombre con su carreta cargada de verduras. Bajó del carro y con dificultad comenzó a remover las piedras una por una fuera del camino, hasta que quedó totalmente despejado.

Cuando se disponía a subir a la carreta para reanudar la marcha, vio en el piso, donde habían estado las piedras, una bolsita de tela con lo que parecía ser una nota. La levantó y cuál no sería su sorpresa al encontrar dentro de la bolsita una moneda de oro. La nota tenía el sello real y estaba firmada por el rey. Era un decreto real mediante el cual podía quedarse con la moneda de oro por el servicio de retirar las piedras y despejar el camino.

Es que para servir, por amor, por la vocación de servir, sin esperar absolutamente nada, hay que presentar primero un corazón contrito y humillado delante de Dios. Hay instituciones en las que los líderes son jefes, ellos son los que piensan, ellos son los que dan las órdenes. Los obreros son los que están para sacar las piedras. Hay otras instituciones, en cambio, en las que los líderes, sirven; se ciñen la toalla y lavan los pies de los discípulos, retiran las piedras del camino para que sus hermanos puedan transitar libremente por él.

A veces servir cuesta renuncia. Renuncia a nuestro tiempo, a nuestros intereses naturales y anteponer los intereses de Dios primero. Pero nunca sabremos debajo de qué piedra removida del camino con esfuerzo, con dolor si se quiere, vamos a encontrar esa bolsita con la moneda de oro y el decreto del Rey.

Es necesario que aprendamos a creer en la recompensa maravillosa por toda la Eternidad que el Señor tiene por nuestro servicio. Y aquí no hablamos de Salvación. Esa cuenta ya la canceló Jesús en la cruz por nosotros. Eso, no hay servicio de nuestra parte que lo pueda pagar.

Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

(Juan 13:14 RV1960)

Por: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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