Me rindo ante tu presencia – Luis Caccia Guerra

Me rindo ante tu presencia

Cuando el Espíritu me da convicción de pecado y la conciencia acusa.

Cuando recuerdo que temprano en la mañana invoco, busco, clamo, por tu presencia y al mediodía las ofensas cometidas ya me abruman.

Cuando los fantasmas del pasado vuelven. Cuando recuerdo una y otra vez la falta de perdón en mi vida. Cuando los recuerdos de situaciones vividas abruman y claman por perdón.

Cuando veo la Gracia Divina derramada en mi ser al final del día. Justamente como “gracia”, sin merecerla pero recibida. Pagada a un elevado precio por quien la da; pero a título gratuito por quien la recibe.

Cuando no sé qué hacer conmigo mismo, con mis problemas y conflictos. Cuando llego a un callejón sin salida sin saber qué hacer ni para dónde tomar.

Dios! cuando recuerdo de tu amor divino, inconmesurable, por mí; a pesar de mí.

Cuando a diario mezquino mis favores y tú multiplicas tus favores.

Cuando un hermano me dice: ¡No te desanimes! cuando me ve hecho pedazos.

Cuando en la alegría y aún en medio de la tristeza, te busco.

Cuando clamo por tu presencia al amanecer. Aún cuando me olvido que lo hice, al anochecer.

Mi alma se derrama delante de ti. Me rindo ante tus pies y es tan dulce esa entrega…

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí;
Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.

(Salmos 42:1-6 RV60)

Por: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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