Herramienta o chatarra – Luis Caccia Guerra

Herramienta o chatarra

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En el sermón de hoy, el pastor recordó sus días de escuela técnica y también me recordó mis últimos años de escuela técnica.

¿Qué se podía hacer con un palo de madera dura de sección cuadrada, de unos cuatro centímetros de lado, una varilla de acero de sección circular de un centímetro de diámetro, un perfil redondo de poco más de tres cm de diámetro, más un clavo de acero?

Con un poco de creatividad, con las herramientas, los conocimientos y la habilidad adecuada, tal vez muchas cosas. Pero han transcurrido poco más de treinta años desde aquellos días, y aún hoy conservo en una de mis cajas de herramientas, donde guardo precisamente las herramientas pesadas, un robusto destornillador que viene conmigo desde aquellos días.

La madera cortada en la medida necesaria y debidamente torneada, se convirtió en el mango, la empuñadura. El perfil redondo de tres centímetros, también cortado en su justa proporción y con algunos retoques de torno, junto con el clavo, terminaron siendo la brida que sujeta el vástago con la empuñadura y finalmente; la varilla de acero también debidamente procesada, la paleta de un robusto destornillador de fuerza.

Y como esta última pieza es la que se lleva la parte más dura del trabajo, es justamente la que más intenso tratamiento recibió. La varilla de acero de un cm de espesor fue cortada en trozos de 30 cm y cada uno de ellos pasó por el intenso fuego de la fragua. Al rojo vivo y sobre un yunque o bigornia, recibió unos cuantos golpes de maza en uno de sus extremos hasta aplanarse lo suficiente y convertirse en la paleta del destornillador. Después de los retoques y mecanizado en frío, vino el proceso de templado del metal para que adquiera la dureza necesaria: calentar el extremo nuevamente al rojo, sacarlo de la fragua e inmediatamente sumergirlo en agua fría. Y por último, llegarían los retoques finales, cepillado y pulido para darle a la herramienta el aspecto que hoy tiene.

De más está decir que los procesos de fabricación industriales de estas herramientas, son muy diferentes, sin embargo lo conceptual, los principios físicos, son exactamente los mismos. El metal debe ser moldeado y templado para que adquiera la forma y dureza necesarias que lo hagan apto para el tipo de esfuerzos que debe realizar. Las materias primas deben pasar irremediablemente por un proceso de transformación de tal manera que cada una de las piezas que forman parte de una herramienta cumpla sin problemas con su deber, con el cometido para el cual fueron diseñadas.

La mano de un profesor terminó quemada a causa de la torpeza de un alumno en aquella ocasión, pero unos cuantos de estos destornilladores de este trabajo práctico de la escuela técnica, terminaron irreversiblemente en la basura como chatarra. Empuñaduras rotas, acero mal templado, bridas que no conseguían sujetar adecuadamente las paletas con las empuñaduras… En pocas palabras, lo que no consiguió pasar los procesos de formación tuvo que ser descartado. Es lo que hace la diferencia entre lo útil y la chatarra.

Sinceramente no me gustaría “estar en los zapatos” de mi destornillador. Tuvo que pasar por cortes, el intenso calor de la fragua, los pesados y duros golpes de maza que le dieron su forma primitiva,  la herramienta del torno que de a poco fue literalmente arañándole cada centímetro, y los procesos de esmerilado y mecanizado desparramaron intensas y abundantes chispas de dolor.

Aunque hoy su aspecto a poco más de treinta años de su “salida de taller” no resulta ser justamente el más atractivo, a decir verdad, hoy me gusta contemplar esta herramienta, y cada vez que la saco de su caja, le comento con satisfacción a mi hija que la hice en los días de mi juventud, cuando tenía su edad, en la escuela técnica.

Y es que este destornillador y yo, esta herramienta y cada uno de nosotros; tenemos unas cuantas cosas en común.

A través de las presiones, algunos sufrimientos ocasionados por pruebas, circunstancias adversas de la vida, Dios ha ido dando forma con un propósito, un destino, a trozos de material sin forma y sin finalidad como alguna vez fuimos cada uno de nosotros. Nuestro Amado Señor nos llamó, su mano firme nos sacó de las tinieblas a la luz y finalmente nos dio un destino, un propósito, una razón de ser y de vivir.

Hoy miro con cariño mi herramienta. Hoy Dios mira con cariño su hechura: tu vida, mi amad@ herman@. Las chispas de dolor, los golpes de maza, los procesos de mecanizado de Dios en tu vida, no se le han pasado desapercibidos y no está lejano ese día glorioso en que se te será revelado su destino y razón de ser, toda vez que mientras más recia es la batalla más dulce resulta ser la victoria.

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;”

(2 Corintios 4:17 RV60) 

“Esta leve tribulación momentánea pasará. Es leve, liviana, y es momentánea, no durará más allá de lo que puedas soportar. Es tu entrenamiento para tu llamado y propósito, y  es nada comparada con un eterno peso de Gloria que viene tras la aflicción.”

“estando persuadido de esto,  que el que comenzó en vosotros la buena obra,  la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;”

(Filipenses 1:6 RV60)

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,  Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones,  para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación,  por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo,  así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados,  es para vuestra consolación y salvación;  o si somos consolados,  es para vuestra consolación y salvación,  la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.”

(2 Corintios 1:3-6 RV60)

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrirto para www.devocionaldiario.com

 

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