Dame de beber

Dame de beber

En el Evangelio de Juan cap. 4, hallamos a una mujer samaritana que va a sacar agua del pozo y se encuentra con Jesús.

Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Juan 4:7 RV60)

Había mucho odio entre samaritanos y judíos. El camino entre Judea y Galilea pasaba necesariamente por Samaria. Y aquí tenemos a nuestro Señor Jesús sujeto a la fatiga normal de los viajeros, en toda su humanidad como verdadero hombre. Pero más allá de todo esto, Jesús simplemente podía haber cargado el agua con poder y sin necesidad de la ayuda de nadie. Los mismos ángeles pudieron haberle servido el agua con tan sólo invocarlos. Sin embargo, decide sentarse y esperar… a esta mujer SAMARITANA; lo que no es poco decir.

El antagonismo y mutuo desprecio entre judíos y samaritanos data de 722 a.C., cuando el rey de Asiria trajo extranjeros paganos a habitar en la región de Samaria y algunos israelitas se mezclaron con éstos (2da. Reyes 17:24 y 25). Aquellos israelitas conservaron algunas tradiciones y preceptos divinos, pero incorporaron mucho de los cultos paganos y establecieron así su propio credo. De ahí que los judíos los consideraban basura, inmundos. Hoy en día los creyentes tendemos a caer en este tipo de conductas ante personas de mal vivir, promiscuas, consideradas moralmente sucias, pertenecientes a cultos inmorales. Es que los creyentes y los no creyentes, pecamos todos. Pero los creyentes “pecamos distinto” y eso fastidia. En la época de Jesús la ferocidad entre judíos y samaritanos estaba en pleno hervor. Es más, los fariseos que hostigaban a Jesús dispararon contra Él el peor de los insultos: “samaritano” le dijeron en una oportunidad (Juan 8:48).

Sin embargo, encontramos aquí a un Jesús pidiéndole agua a una mujer samaritana.

Pero… ¿cómo? ¿Acaso no dijo Jesús?:

mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (Juan 4:14 RV60)

¿Entonces?

Es que así como un abogado se siente bien cuando sus servicios son requeridos y después de un brillante alegato, obtiene un veredicto favorable a su cliente; de igual manera, Jesús se goza; BEBE del agua de la samaritana, cuando es requerido como abogado por un pecador que reconoce que no puede con su pecado, se arrepiente, se entrega y lo salva.

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

(1 Juan 2:1 RV60)

Por: Luis Caccia Guerra
Para www.devocionaldiario.com

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