Cuando dar, duele – Luis Caccia Guerra

Cuando dar, duele

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

(Mateo 22:39 RV60)

Para entender la calidad y la clase de amor en la que Dios está pensando, cuando nos dice “ama a tu prójimo como a ti mismo”, sin lugar a dudas: I Corintios 13. Todo lo que esta naturaleza humana heredada de nuestro padre natural Adán, no nos dicta. Cuando Jesús está pensando en que nos amemos, está pensando en un amor que primero debe amar a Dios por sobre todas las cosas. No resulta posible pretender amar al prójimo sin antes, amar a Dios. Es que Dios es la fuente de ese amor, porque Dios es amor (I Juan 4:8).

Recordé cuando nuestra hija era chiquita. Le gustaba acompañarme al supermercado. Pero generalmente al regreso, cuando habíamos caminado de ida y dado mil vueltas entre las góndolas del supermercado, a sus tiernos 5 años de edad, el regreso se le hacía difícil. Ella, cansada de caminar, y yo con las bolsas de la compra en cada mano, la tenía que traer a casa sobre mis hombros durante casi todo el trayecto. Era placentero ese “peso extra”, al fin y al cabo, no podía olvidar que cargaba sobre mis hombros un sueño dorado por el que mi esposa y yo habíamos estado clamando a Dios por casi nueve años. Pero dolía. Mis hombros y cervicales quedaban entumecidas y doloridas por largo rato aún después de llegar a casa y “descargar el dulce paquetito”.

Hace unos días, escuchando a un conferencista hablando de sus hijos, caí en la misma cuenta que él: esto es amor. El ejemplo es simple, pero revelador. Pude entender que AMAR ES CARGAR AL OTRO. Es que no puede haber amor entre nosotros -al menos del que Dios habla- si no hay un costo, una entrega, una renuncia. Es un amor que se da, que se brinda, que, inclusive, hasta se sufre. Cuesta soportar las espinas y las rispideces del otro, cuando te acercas y descubres al menos parte de lo que verdaderamente hay del rostro hacia adentro en el otro. Cuando viene el desplante, la traición, la falta a la lealtad, la falta de correspondencia, la negativa, el exabrupto, la herida; cuando viene el tiempo difícil, el amor al prójimo se sostiene en primera instancia en el amor a Dios. Pero también en una renuncia a mis reclamos, a mis “derechos”, al clamor de justicia por mi corazón herido. Esto es cuando das perdón. Cuando te desprendes con dolor de aquello que más querías, porque Dios te marcó que a ti ya no te hacía falta y a tu hermano que estaba en necesidad, sí. Cuando quedarte en casa mirando televisión resulta ser tan agradable y placentero, pero estás en casa de tu hermano compartiendo las lágrimas de su corazón roto por la adversidad. Cuando podrías estar durmiendo plácidamente, pero estás ahí, sentado al lado de una cama en el hospital junto a tu hermano enfermo.

Cuando amas a tu prójimo y lo llevas a esta instancia, entonces entiendes que dar, duele.

El amor…
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

(1 Corintios 13:7 RV60)

Por Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com

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