Atrapamonos – Luis Caccia Guerra

Atrapamonos

Una tribu en algún recóndito lugar de la selva había hallado un ingenioso método para atrapar monos. Estos invadían su hábitat y les robaban la comida que tanto les costaba conseguir.

En unas vasijas de boca angosta, colocan semillas y frutos que a los monos les deleitan. Por la estrecha abertura del cuenco sólo puede entrar y salir la mano abierta de los pequeños y pícaros simios. Pero éstos en su actitud angurrienta, toman del fondo del recipiente los frutos a manos llenas. Con el puño repleto ya no pueden sacarlo. Como tampoco están dispuestos a soltar el botín, quedan atrapados con la mano llena metida dentro del jarrón. Muy ingenioso, ¿verdad?.

Pues, bien: nuestro gran adversario en su inmensa astucia y nada despreciable inteligencia, conociéndonos a nosotros más de lo que nos conocemos a nosotros mismos, a menudo utiliza exactamente este mismo ardid para tenernos entrampados y a su merced.

Sutilmente va sembrando en nuestro camino vasijas de bocas estrechas donde deposita los objetos de nuestra debilidad. Confiados vamos y metemos nuestras manos allí y luego no las podemos sacar. Los monitos son muy inteligentes, pero la inteligencia de sus captores evidentemente es muy superior. Ellos no se dan cuenta de la trampa y quedan a merced de sus hábiles cazadores. La inteligencia y astucia del ángel caído es con mucho superior a la del ser humano más inteligente del planeta. Y él sabe bien qué poner en la vasija para cada uno de nosotros.

Es así como muchos quedamos atrapados en un deporte, en una tarjeta de crédito, en una posesión material, en un hobby, en el culto a la familia, en el trabajo, en el dinero… y en tantas cosas que aunque perfectamente lícitas en sí mismas, nos las arreglamos para que nuestro Amado Dios ante su brillo y deleite efímero, pase a un segundo plano y deje sutilmente de ser el objeto de nuestra adoración. El mono atrapado con el puño lleno en una vasija y a merced de su captor.

A veces me he quejado de no poder tener o lograr más de lo que tengo. Tal vez nuestro Amado Dios no lo ha permitido porque no estoy preparado para saber abrir la mano a tiempo y zafar de tan sutil atadura.

Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.

(1 Corintios 10:23 RV60)

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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