Arroyo seco – Luis Caccia Guerra

Arroyo seco

Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra.

(1 Reyes 17:2-7 RV60)

Qué aspecto interesante de la vida de Elías. Un profeta al que quien esto escribe no le llega a la suela de sus sandalias, por cierto. Sin embargo, no puedo dejar de sentirme profundamente identificado con algunos aspectos de su vida.

Durante los últimos años –y he tenido oportunidad de escribir sobre esto– he notado que las bendiciones de Dios caen con cuenta-gotas sobre mi vida. Llegan como una aspirina para mitigar el dolor por un ratito, pero que no trae soluciones al problema.

Y no ha sido hasta hoy en que tras semanas de reflexión, caigo en la cuenta de que he estado viviendo en el arroyo de Querit; en MI arroyo de Querit y éste se ha estado secando. Es ahora cuando la sequía se nota más y más y cuando al parecer debo emigrar hacia otro sitio, hacia otra posición espiritual, que por cierto, no promete ser más “suave” ni “magnánima “ por calificarla de alguna manera desde una perspectiva humana. ¡SE ME SECÓ EL ARROYO! ¿Y AHORA?

Ha sido doloroso ver cómo Dios me sacó de circulación. No me faltó nada en este tiempo, por cierto. Digo, nada de lo que necesito. Lo que quiero es otra cosa. No me faltó un techo bajo el cual vivir, qué vestir y tampoco faltó comida en mi mesa. A veces la provisión divina ha venido desde las personas y lugares más impensados. Casi como la increíble comisión de los cuervos que venían con el alimento de parte de Dios para Elías junto al arroyo.

Había orgullo que bajar, temores que vencer, heridas del alma que sanar, y finalmente, hábitos que cortar. Y justamente en ese proceso me encuentro. Como la cebolla, pelándola capa a capa hasta encontrar el corazón. Un proceso delicado, duro, doloroso, “ardiente” hasta las lágrimas, tal como pelar una cebolla; pero para la Gloria de Dios. Él está sacando lo mejor de mí en medio de un valle de sombras y lágrimas.

Amad@, ya lo anticipé en un escrito anterior: cuando entregamos nuestras vidas en las dulces manos del Salvador, LA ENTREGAMOS. No es un ritual religioso, no es sólo un acto formal y simbólico. Es UNA ENTREGA LITERAL y en todo sentido implica ENTREGA. Y esto es cosa seria. Es entones, y sólo entonces, cuando Dios obra con poder de hacer de lo roto, lo inútil, lo fracasado; algo útil para su Obra, su Honra y su Gloria.

Es necesario que el viejo hombre muera para que emerja el nuevo hombre en las manos de Dios; ese que Dios quiere, ese que allí en el lugar en el que te encuentras, ese que allí en lo que haces, sea de bendición a quienes le rodean y ministra.

“para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual perece, mas sin embargo es probado con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesús, el Cristo, fuere manifestado;”

(1 Pedro 1:7 RV2000)

Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com

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