¿Ya te convenciste? – Estephany Cordova V.

¿Ya te convenciste?

“Israelitas, ¡yo no puedo abandonarlos! ¡No sería capaz de hacerlo! ¡No podría destruirlos, como destruí a la gente malvada de Adamá y Seboím! ¡Mi gran amor por ustedes no me lo permite!”

Oseas 11: 8

Como un soldado me encontraba, como un soldado herido y lleno de miedo. Era como un soldado en un campo de batalla, alrededor de este no había más que muchos cuerpos sin vida. El soldado no podía moverse de allí porque las dos piernas las tenía muy mal heridas, se arrastraba pero una y otra vez volvía a quedarse en el mismo lugar.

Los días pasaban muy lentamente y el soldado no podía creer que se quedaría allí por siempre, lloraba mucho y gritaba también pero el campo de batalla se encontraba tan lejos de todo, era un lugar tan apartado que no había quien lo escuchara y vaya a ayudarlo.

Creía estar resignado a morir en ese espantoso lugar, creía que ese era su destino, el de morir, entonces cuando todo parecía perdido, la memoria de esos días llenos de convicción y sueños llegaban a su mente, reclamándole que ese no era su lugar y que por más que intente sumergirse en la tempestad, él muy bien sabía que no podía resignarse a vivir una realidad que nunca construyó y es más no tenía nada en común con él.

De pronto se armaba un conflicto muy grande en su cabeza en ese triste campo de batalla. La realidad le decía al soldado que no luche por salir de ese lugar, ya que no habría ningún futuro luego para él debido a la falta de sus dos piernas, mientras que algo dentro suyo, le decía lo contrario, le hacía recordar las noches, días y tardes en las que el soldado sonría con pleno gozo en su corazón haciendo lo que era correcto en ese mundo lleno de luz, paz y amor.

Así se la pasó el soldado mientras veía en peores condiciones sus dos piernas, gritaba aún más y fue cuando clamó a Dios, y le pidió lo sacara de ese lugar de una vez por todas. Pero Dios con un amor que solo el Todopoderoso puede brindar le dijo: “Yo te he dado un camino, te he estado mostrando todos los sueños que junto a mí construiste, he hecho que tu mente recuerde así como tu corazón, para que tengas el valor de salir de ese hoyo, hijo mío”. Sin embargo, el soldado no comprendía y llegó a pensar que Dios no lo amaba lo suficiente como para sacarlo de allí, entonces con mucha rabia decidió dejarse morir, ya que según él, si Dios no le interesaba su bienestar entonces a él tampoco le interesaría.

Entonces con resentimiento hacia Dios por no haber quizás abierto el cielo y sacarlo de allí, el soldado se involucraba cada vez más en ese negro mundo. Pero un buen día, no aguantó más y con un inmenso deseo de volver a ser él, se dijo así mismo: “Arrastrándome, llegaré, claro que sí llegaré porque para vivir en este mundo no he sido creado, no me importa si llego a mi hogar sin las dos piernas, no me interesa si para nadie ya seré útil pero no moriré aquí, este no es mi mundo, esta no es la vida que tanto soñé y tejí con Dios, hoy yo tomó la decisión de salir”

Y así fue como emprendió el viaje hacia la luz, no fue fácil, una y otra vez ese mundo lo hacía retroceder, una y otra vez sus pensamientos se vieron confundidos al punto de dar algunos pasos atrás pero luego de unos segundos, volvía al camino, y aunque escuchaba que era algo normal vivir en ese mundo lleno de oscuridad, él caminó con las pocas fuerzas que tenía, caminaba y caminaba, vinieron muchas tormentas que trataban de hacerle desistir. Este soldado que había estado acostumbrado a escudarse en Dios para hacer las cosas, en ocasiones no se convencía del todo cuando Dios le decía hacer tal o cual cosa en su vida, pero siempre obedecía, en medio de ese casi interminable viaje, fue comprendiendo todo, cuando él obedecía a su Padre, en más de una ocasión lo hacía sin entender por qué. Pero esta vez comprendió a plenitud hasta el cansancio el por qué no de Dios, fue entonces también que llegó a comprender que Dios quería que él tome la decisión de ser del mundo de luz o el de la oscuridad, que sea él para que de una vez por todas se convenza, aunque a Dios le dolió verlo irse cada vez más de él, no le ató las manos mas le enviaba otros soldados suyos para hacerlo entender, sin embargo, nuestro terco soldado no comprendía y lo entendió luego de haberlo vivido en carne propia.

Probó una dosis de mundo que al principio parecía normal pero luego se tornó tan amarga que él mismo quería huir de ella, tuvo que experimentarlo para dejar de dudar de la dirección de Dios para su vida.

Nuestro amigo, el soldado, caminó sin mirar atrás, sin pensar en nada, sin tener consideraciones con personas que pensaban muy diferente a él y cuando menos lo esperaba se dio cuenta que había llegado a casa y Dios con un rostro firme y a la vez dulce, le dijo:

“Volviste, hijo mío, ¿ya te convenciste? Yo te conozco a la perfección y me di cuenta que había duda en ti con respecto a muchas decisiones que te dije tomaras, no soportaba verte tejer sueños con ese mundo tan triste y desolador, una y otra vez te vi llorar por las decisiones que te indicaba eran las correctas, hijo mío, necesitaba que fueras obediente plenamente, y tú lo eras a medias, creías que quizás estaba confundido pero no pequeño, yo no me equivoco, recuerda conozco los corazones de todos y el tuyo lo vi dudando, así fue que cuando me pedías que no te hiciera pasar esa prueba, que fuera tu refugio, no lo hice como querías, pero sí te envié soldados para que te hablaran y comprobé lo que sabía desde ya, te tenía a medias y yo te quería completo, todo o nada, recuerda a mí no me gustan los tibios, quiero decisiones, o eres mi hijo o no lo eres, y tanta fue mi misericordia hacia a ti, que sin pensarlo dos veces permití que todo esto pasaras para ver tu reacción y para convencerte, y también para que probaras aquello de lo cual te alejé, no quería verte pensando que quizás pudiste hacer tal o cual cosa para que esa relación con el mundo funcionara, te vi pecar y estaba esperando tu reacción ¿te quedarías inmerso en el pecado como si nada pasara? O ¿asqueado te retirarías de él? Pero al verte aquí de nuevo, y sí con muchas cicatrices, ahora sé que eres mi hijo que pecó muchas veces pero se asqueó de  ese mundo. Al verte aquí me doy cuenta que todas esas conversaciones que tuvimos fueron verdaderas. Al verte conmigo otra vez, sé que todas esas cartas que solías escribirme y esa aceleración de tu corazón por mí era verdad. Viéndote llorar y decirme en tu mente perdóname Papá, me doy cuenta que todas esas veces que el sol salía y mirabas al cielo y decías, te amo mi Dios, era verdad. Vamos pequeño, lávate, límpiate y ve a la gran mesa, te está esperando una cena para mi hijo que ya se convenció de que este es su hogar y aquí solo aquí puede ser FELIZ, pero antes, ven dame un abrazo, sé que has pedido muchos abrazos míos, lo sé, leí tus pensamientos. Te amo =)

Si eres ese soldado mal herido y estás a punto de resignarte a morir, no lo hagas, por experiencia propia, no lo hagas, aún puedes salir de ese hoyo, yo decía que no podía y lloraba de desesperación, hasta formé en mi mente la clase de vida que haría en ese mundo en el que todo es normal y terminaba muy triste porque sabía que esa no era la felicidad, era en realidad una impostora. Dios no te ha abandonado, Dios quiere que crezcas y es tu decisión hacerlo, creí nunca salir de mi falta de decisión, pero tuve que pasar todo esto para CONVENCERME DE QUE EL MUNDO DE LO NORMAL NO ES MI MUNDO, NO FUI CREADA PARA ÉL Y TÚ QUE LEES ESTE ESCRITO Y SIENTES QUE DIOS TE ESTÁ HABLANDO A TRAVÉS DE ÉL, ENTONCES HAZTE UN FAVOR A TI MISMO, Y DECÍDETE A SER VERDADERAMENTE FELIZ. NO TRATES NI SIQUIERA CREER QUE PUEDES CAMBIAR ALGO DEL MUNDO INVOLUCRANDOTE CON ÉL, PORQUE NO LO LOGRARÁS, PUEDES ORAR, CLAMAR POR ESTE COMO TODOS LOS CRISTIANOS LO HACEMOS, PERO NO PRETENDAS CAMBIAR ALGO DE ESTE UNIENDOTE A ÉL, NO PODRÁS CAMBIARLO PERO PUEDES ELEGIR A DÓNDE PERTENECER. ¡DECIDE!

Autora: Estephany Cordova V.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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