Un arbol genealógico extraordinario

Por qué la genealogía de Jesús nos cuenta una historia de redención

por Erin Gieschen

genealogy_treeTodo escritor sabe que la mejor manera de atrapar el interés de los lectores, es comenzar el relato en la mitad de la acción. Entonces, ¿por qué el Nuevo Testamento comienza, precisamente, con una lista de nombres? Fulano engendró a mengano, y mengano a zutano, etc. ¡Qué aburrido! ¿En qué estaba pensando Mateo?

Los eruditos dicen que el evangelista comenzó con una genealogía para demostrar a sus lectores judíos que Jesús tenía realmente todas las credenciales del Mesías prometido en la línea directa del rey David. Pero hay más.

Por más aburrida que pueda parecer la lista, Mateo se nos presenta como un narrador excelente. Está invocando generaciones de historias contenidas en el recuerdo de sus lectores, ayudándoles a reconstruir un marco para el gran cuadro que está a punto de revelar. Así como lo habían hecho los antepasados de ellos, que habían contado una y otra vez las viejas historias que les recordaban quiénes eran y cuál era su origen, Mateo está ahora conectando todos los puntos de las vidas de estos antepasados, mostrando un hermoso y misterioso cuadro del carácter de Dios.

Ésta no era una genealogía común y corriente; detalla los antepasados del padre legal de Jesús, José, quien es identificado sólo como el “marido de María, de la cual nació Jesús” (1:16). Revise usted las genealogías más antiguas, y rara vez encontrará una mención de las madres. Aun más extraño es el hecho de que Mateo nombra a cuatro mujeres más. Pero lo más extraño de todo, es que éstas no fueron las reverenciadas esposas de los patriarcas, como Sara o Rebeca. No. Tamar, Rahab, Rut y Betsabé no eran los nombres más importantes que podían incluirse en la genealogía del Mesías.

Tamar enseña que Dios puede usar a cualquier persona o situación para hacer que se cumpla Su voluntad.

Ella fue una elección curiosa: era una cananea que concibió sus hijos gemelos mediante un engaño a su suegro, Judá, para que éste cumpliera el deber, que había evitado, de darle un pariente redentor. Viuda dos veces, y desechada por Judá, estaba determinada a preservar la línea familiar de la cual vendría, según la profecía de Jacob, el padre de Judá, el futuro rey y Mesías (Génesis 49:10). A pesar de los desagradables elementos de su historia, el lugar de Tamar en la genealogía de Jesús es un elemento de redención, porque Dios la utilizó para llevar a cabo Su trascendental voluntad, y para conducir a Judá, antes un hombre duro y orgulloso, al arrepentimiento y la humildad.

Rahab y Rut enseñan que Dios bendice a cualquier persona que le busca, y que muchas veces elige a quienes menos se espera para llevar a cabo grandes cosas.

Rahab, también cananea, fue una prostituta de Jericó que salvó a Israel al proteger a sus espías arriesgando su propia vida, todo porque había oído hablar del Dios de ellos. Su parte en la genealogía de Jesús habla del perdón total de Dios de nuestro pasado, y de Su amor por toda la humanidad: después de todo, el ADN humano del Mesías no era ciento por ciento judío.

Booz, un descendiente de Rahab, se casó con Rut (una moabita), quien le añadió a su bisnieto rey David aun más sangre “pagana”. Con la sola mención de un nombre, Dios deja en claro que Él mira el corazón, no la apariencia externa, lo mismo que le dijo el profeta Samuel a Isaí antes de ungir a su hijo más joven y menos importante como el rey más grande de Israel (1 Samuel 16:7).

En medio de la oscura época de los jueces de Israel surge la historia de Rut, cuya sólida fe y amor incondicional contrastan agudamente con la desilusión y la amargura de su suegra hebrea Noemí. La inclusión de Rut, una mujer utilizada por Dios para sanar y bendecir a muchos, prepara el escenario para Jesús, quien una y otra vez dijo que los “advenedizos” con un corazón virtuoso agradan más a Dios que los “naturales” que tratan de transmitir su piadoso nacionalismo como la verdad.

Con Betsabé aprendemos que Dios redime; Él perdona e incluso saca algún bien de nuestras peores decisiones.

Siglos después, Betsabé sigue siendo identificada como la mujer de Urías, cuyo asesinato fue tramado alevosamente por el rey David para ocultar su relación con ella. La familia real terminó destruida por la tragedia y la violencia, y varios de los hijos de David se rebelaron. Hasta Salomón, el segundo hijo de Betsabé y quien sucedió a David, se apartó de Dios y cayó en la poligamia y la adoración idolátrica, y sus hijos al final dividieron al reino en dos pedazos.

Pero la genealogía de Jesús revela que la evidentemente desastrosa vida de Betsabé tuvo un papel en la redención. Mateo señala al rey Salomón como el antepasado legal de Jesús, y Lucas 3 (aceptado generalmente como la genealogía de María) menciona a Natán, el hijo menor de Betsabé, como su antepasado de sangre (lo más probable es que le dieron el nombre del profeta que confrontó a David por su enredo amoroso). Aunque a Betsabé se le murió su primer hijo, Dios la bendijo con más hijos, uno de los cuales se convirtió en su vínculo íntimo con el largamente esperado Mesías.

Todo escritor sabe que una buena narración comienza diciendo al comienzo lo más significativo con el menor número de palabras. Por eso, es posible que Mateo sí supiera lo que estaba haciendo. A través de él, el Espíritu de Dios estaba trayendo silenciosamente a la luz Su obra de redención a lo largo de miles de años, para revelarnos finalmente Su rostro.

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